En Monterrey hay una casa muy vieja y ahí vivía una chava muy bonita, cabello castaño y chino, piel blanca… era un poco pálida. Un chavo era nuevo en la colonia y se enamoró de ella aunque ella no le tomaba importancia.

Ella siempre estaba encerrada en su casa. Un día el chavo le preguntó que si quería salir, ella no le contestó. El siguiente viernes le preguntó:
- ¿A dónde vas?
Ella no respondió y siguió caminando. Él la esperó frente a su casa, tardó mucho en llegar, y cuando ella llegó, llegó llorando. Él le preguntó:
- ¿Qué pasó? ¿Qué te hicieron? ¿Por qué lloras?

Ella fue lo abrazó llorando y le dijo que no podía verlo más, que ella lo quería, que no le quería decir por miedo a que él no la quisiera, y él le dijo que él la quería mucho. La chava sonrió y el chavo le preguntó que porqué ella no podía verlo más, y ella le dijo que la siguiera. Él la siguió al hospital y le dijo que preguntara por una chava que él no conocía, pero él preguntó por ella, fue al cuarto y vio a la misma persona quien estaba parada al lado de él. Ella le dijo que estaba en coma y por eso no lo podía verle más.

Él no huyó, se quedó y la acompañó pero ya era de noche y durmió sentado al lado de ella, tomándole la mano. El espíritu desapareció.
Al día siguiente en la mañana una enfermera los encontró a los dos muertos tomados de la mano.