martes, 25 de diciembre de 2012

Pequeños Asesinos

Los niños asesinos de Liverpool

Nacidos en Liverpool, Reino Unido, en 1983, Rob Thompson y Jon Venables tenían un historial de problemas en la escuela y de familias disfuncionales; alcoholismo, abusos y divorcios. Ambos sufrían de acoso por parte de sus compañeros, lo cual los unió y se hicieron muy amigos.
El 12 de Febrero de 1993, ambos chicos faltaron a la escuela. Días antes ya habían tratado de secuestrar a un pequeño, pero no lo consiguieron, pues la madre de este regresó antes de lo previsto.Ese día habían estado merodeando en el centro comercial "Strand" de Bootle Merseyside en Liverpool.

Antes del secuestro, en el Centro Comercial

Mientras tanto, Denise Bulger y su hijo de dos años, James Patrick Bulger (nacido el 16 de marzo de 1990), estaban de compras. Para las 15:37 horas, el pequeño James y su madre entraban en una carnicería. Las cámaras de vigilancia del centro comercial registraban todo, paso a paso, con la hora sobrepuesta a las imágenes. Una documentación en video del fatal evento de esa mañana invernal.

Horas después, llegaron a una vía férrea del paraje de Walton, ahí, Robert Thompson y Jon Venables no mostraron piedad alguna. Primero lo pintaron de azul. Luego arrojaron ladrillos encima al pequeño y lo golpearon repetidas veces con una barra de metal. Thompson le dio una patada tan fuerte en la cara que le dejó la huella marcada en la piel. Le rompieron las manos y los dedos pisoteándoselos. Se pararon luego sobre el niño y le brincaron encima de su estómago y pecho. Después lo patearon en el vientre hasta reventarlo. Ya muerto, colocaron el cadáver sobre las vías férreas, para que el tren lo destrozara y simular un accidente. Se alejaron riendo y burlándose de algunos detalles, de regreso a sus respectivas casas.




Nota Uno de los niños asesinos de Liverpool vuelve a la carcel por pedofilia

Jon Venables, uno de los dos "niños-asesinos de Liverpool" que en 1993 mataron a un niño de dos años en Reino Unido ha vuelto a la cárcel acusado de posesión de material pedófilo.


El Niño del Terror
uan Fernando Hermosa Suárez con apenas 16 años de edad es implicado en el asesinato a sangre fría de 22 personas, en su mayoría taxistas y homosexuales.
Ademas lidEraba una banda conocida como la "Pandilla del Terror".
El asesino en serie mas joven en la decada de los '90 Una pequeña reseña de loq ue fue "El Niño del Terror"
Quiero dejar en claro que mi nombre es Juan Fernando Hermosa Suárez y que el 28 de febrero cumplo 16 años.
Fue recién a comienzos de febrero que el Niño del Terror comenzó a aparecer en las fotografías, cuando fue a rendir su declaración indagatoria en la Comisaría Segunda Nacional, enfundado en una chompa estilo militar, con jean y zapatos deportivos. Ahí se supo que el grupo no cargaba granadas, solo revólveres que les habían entregado los policías Wilson Rosero Vicuña y Rafael Puchaicela, y que mataban a taxistas y homosexuales para robarles.

También se supo que el grupo solo robaba taxis San Remo, porque eran nuevos y nunca se quedaban en las cuestas, y porque Hermosa todavía guardaba el ingrato recuerdo de cuando unos agentes del Servicio de Investigación Criminal lo detuvieron en un auto similar. Esa dependencia fue desmantelada por el caso de los hermanos Restrepo, pasó a llamarse Oficina de Investigación del Delito (OID) y hoy es la Policía



LA NIÑA ASESINA Mary Bell
Mary Flora Bell nació el 26 de mayo de 1957 en Newcastle, Inglaterra. Fue una niña maltratada desde su salida del vientre materno. Al nacer, Betty, su madre la alejo de sí con asco y repudio gritando: “alejen esa cosa de mí”; Betty tenía apenas dieciséis años. Nunca se supo quién fue el padre biológico de Mary; su padrastro era Billy Bell, un ladrón que insistía en que sus hijos lo llamaran “tío” para poder cobrar las pensiones del gobierno. La madre de Mary intentó matar a su hija varias veces, fingiendo que la niña sufría “accidentes”. Después se convirtió en prostituta y gustaba de utilizar a Mary para satisfacer los deseos de sus clientes.



Mary era una niña muy hermosa; parecía una muñeca, aunque siempre hubo algo andrógino en sus facciones. Desde los cinco años su madre la hacía participar en juegos sexuales con otros niños y a los ocho años la vendió a un cliente para que la desflorara. Luego la usaba para ofrecerla a cliente pedófilos. Mary declararía a la policía que su madre la sujetaba, desnuda, mientras los hombres que pagaban por ella le introducían el pene en la boca, hasta eyacular. Según su testimonio, siempre terminaba vomitando el semen. Así creció Mary, en medio de una familia enferma y disfuncional.
Durante ese tiempo, gozaba maltratando y torturando animales, como perros y gatos. El 25 de mayo de 1968, un día antes del cumpleaños número 11 de Mary, ocurrió una tragedia. Martin Brown, un pequeño niño que era vecino de las Bell, murió. Aunque la prensa dijo que se había caído mientras jugaba, lo cierto era que Martín había muerto estrangulado y que tenía varios golpes y una contusión sangrante en la cabeza.
La autora había sido la niña. Mary lo había empujado y como todavía estaba consciente, decidió estrangularlo.



Después del asesinato, Mary y su amiga Norma irrumpieron en una guardería en Scotswood, destrozando el lugar y dejando una nota responsabilizándose del asesinato de Martin Brown. La Policía de Newcastle desestimó este incidente diciendo que era sólo una broma.

El 31 de julio, un niño de tres años llamado Brian Howe desapareció. Al ver pasar a Pat, la hermana de diez años del chico, Mary le preguntó: “¿Estas buscando a Brian?” Ella respondió: “Sí, ya debería estar en casa”. Poco después, el niño fue hallado muerto y mutilado cerca de una construcción. Tenía una letra “M” dibujada en el abdomen con cortes de navaja. Con unas tijeras habían cortado mechones de su cabello y habían cercenado sus genitales. A juzgar por los cortes parecía que se trataba de un juego ritual, por lo que la policía pensó inmediatamente en un niño o un adolescente.



La familia de Brian dijo que sospechaban de Mary Bell y su mejor amiga, Norma, pues las dos niñas los habían estado acosando preguntándoles si extrañaban a Brian, si lo querían, incluso en tono de burla. La policía arrestó a las niñas en agosto. Tras interrogarlas, supieron que Mary Bell había matado a Brian. Lo había estrangulado, lo había herido con unas tijeras para pasto y después le había impreso su marca. Primero dibujó una letra “N” (la inicial de Norma), pero después corrigió y la transformó en “M”.

Arrestada también, el relato de su amiga Norma concluyó que Mary había actuado sola y que después de matar al niño había llamado a Norma para mostrarle su obra. Norma fue absuelta de todos los cargos. Mary declaraba haber disfrutado ambos asesinatos. Esto se mostró también cuando la policía encontró sus diarios, donde describía todo con lujo de detalles.

Tras ser examinada por los psiquiatras, fue declarada psicópata, encerrada en prisión y condenada en diciembre de 1968 por el cargo de asesinato en segundo grado. Los periódicos la bautizaron como “La Niña Asesina”.Tras ser examinada por los psiquiatras, fue declarada psicópata, encerrada en prisión y condenada en diciembre de 1968 por el cargo de asesinato en segundo grado. Los periódicos la bautizaron como “La Niña Asesina


Historia de Jesse Pomeroy




Uno de los primeros casos conocidos acerca de niños asesinos es el del norteamericano Jesse Harding Pomeroy, nacido el 29 de Noviembre de 1859 en el pueblo de Charleston, Massachusetts. Fue el segundo hijo de Thomas y Ruthann Pomeroy, personas que vivían en la medianía económica de ese entonces. Se dice que el padre de familia era un sujeto abusivo y alcohólico, no muy diferente de la gran mayoría de hombres de su condición. Por cualquier motivo que lo enfureciera, llevaba a sus hijos a una cabaña donde los desnudaba y aporreaba hasta aplacarse. De estas palizas Jesse no asimiló la idea de la buena conducta, sino una forma pervertida del placer y la diversión.

De acuerdo a los relatos de la época la apariencia de Pomeroy inspiraba miedo. El mismo estaba conciente de que era un sujeto diferente. Su cuerpo era muy grande para su edad, así como su cabeza, orejas y rasgos faciales poco favorecedores. Su ojo derecho carecía de iris y pupila, confiriéndole un aspecto aterrador. Según que ni su propio padre podía mirarlo sin experimentar un escalofrío.

Como siempre ocurre, en consecuencia o a causa de ser diferente, Pomeroy era un sujeto retraído y solitario. Nadie lo recordaba sonriendo pero si por sus extraños ataques nerviosos que de vez en cuando lo atacaban. Por lo tanto durante su tierna niñez seguramente fue pasto de los niños abusadores de su cuadra.

En casa de la familia Pomeroy no podía haber mascotas. De forma inopinada, aparecían muertos. Una vez, los canarios de la señora Pomeroy aparecieron con las cabezas arrancadas y después de que descubriera a Jesse torturando al gato de los vecinos, se decidió que no entraban más animales al domicilio. Esta conducta violenta contra los animales forma parte de la clásica triada fatídica observada en la mayoría de los asesinos seriales del mundo. Los animales constituyen la experimentación del sadismo y la violencia que en un futuro el psicópata ha de aplicar a sus semejantes.

En una suerte de lenta pero trágica evolución, Pomeroy decidió descargar sus locuras contra nuevas presas, eligiéndolas de acuerdo a su edad, niños más pequeños que el. El primero fue el niño William Paine que fue hallado un día de diciembre de 1871 por dos hombres que caminaban por una calle solitaria. Habían escuchado un lloro quedo y apagado y al acercarse a una pequeña cabaña pudieron escucharlo con mayor claridad y al entrar quedaron sorprendidos al ver al pequeño niño de 4 años colgar de las manos, que estaban atadas con una cuerda suspendida del techo del lugar. Apenas conciente lloraba Paine, cubierta su espalda de laceraciones y fuertes moretones. No pudo denunciar a su atacante.
Ruthann Pomeroy, madre del sádico bribón
Ruthann Pomeroy, madre del sádico bribón

El siguiente fue Tracy Hayden de 7 años quien en Febrero de 1872 fue engañado por Pomeroy para llevarlo a un lugar apartado con la promesa de ir a ver a los soldados. Una vez apartados de cualquier distracción, procedió a amarrarlo y a torturarlo con la misma furia que había aplicado al pequeño Paine. Del ataque Hayden resultó con los ojos morados, los dientes frontales tirados, la nariz rota y el torso cubierto de heridas y verdugones. Tras este episodio la policía solo pudo enterarse que el atacante era un muchachito de cabello castaño, escasa información como para que las autoridades pudieran hacer algo al respecto.

Luego a mediados de Abril de 1872 Pomeroy prometió llevar al circo al jovencito de 8 años Robert Maier y después de caminar hasta sus apartados dominios lo sometió como acostumbraba con sus víctimas. Lo desnudó casi por completo y mientras lo golpeaba con una vara lo obligaba a maldecir. Maier reportó que mientras Pomeroy lo vapuleaba se masturbaba disfrutando el sufrimiento que le provocaba. Al terminar lo soltó y le juró que lo mataría si lo delataba con alguien. Después huyó del lugar. La policía comenzó a actuar interrogando numerosos adolescentes de cabello castaño. Los medios comenzaron a mostrarse nerviosos y los padres advertían fervientemente a sus hijos no juntarse ni hablar con extraños en la calle. Por alguna razón la descripción del sádico bribón derivó en la de un adolescente de barba y pelirrojo. Mientras tanto el lampiño y castaño Jesse Pomeroy escapaba con comodidad de la búsqueda policial.

El siguiente golpe, a mediados de Julio, fue contra un niño desconocido de 7 años a quien le fue propinado el mismo tratamiento que a los demás, es decir una feroz paliza hasta que Pomeroy alcanzo el orgasmo. Esta vez la policía ofreció una recompensa de $500 dólares a quien ayudara en la captura del "sádico bribón" como era llamado el adolescente que atormentaba los niños de Boston.

Poco tiempo después Ruth Pomeroy decidió que su familia se mudara al sur de Boston. Se especula que la señora sospechaba acerca de la posible responsabilidad de su hijo en los recientes ataques a infantes. Aunque es posible que se hayan movido por cualquier motivo. Sin embargo cuando los ataques también se escenificaron de Chelsea a su nuevo rumbo seguramente algo debió haber pensado, pero no se sabe realmente. La madre de Jesse siempre permaneció fiel a su hijo, y negaría las imputaciones formuladas contra su hijo.

George Pratt andaba en las calles cuando fue abordado por Pomeroy y con al promesa de recompensarlo con un dinero por traer un mandado lo condujo a un lugar solitario donde comenzó su inhumano ataque. Después de atarlo y desnudarlo lo aporreó sin misericordia con un cinturón. Esta vez elevó el nivel de sus atrocidades, mordiéndole un cachete y arañándolo profundamente en la piel. Varias veces le enterró una larga aguja en diversas partes del cuerpo. Intentó inclusive clavársela en un ojo, pero Pratt logró enconcharse antes que Pomeroy lograra su objetivo. Por fortuna, el sádico bribón había saciado su sed de violencia y huyó del lugar no sin antes morderle un glúteo al desafortunado niño. Una vez visto el caso por las autoridades concluyeron que no podía ser obra más que de un sujeto demente, entonces temieron lo peor, que continuara la racha de ataques.

El siguiente desventurado fue el niño de 6 años Harry Austin con quien Pomeroy evidenció que su depravación aumentaba en espiral, aparte de la usual paliza, esta vez empleó su navaja de bolsillo para apuñalar en brazos y hombros a su víctima. Se disponía a rebanarle el pene cuando fue interrumpido ante la cercanía de unas personas. Pocos días después atacó al niño Joseph Kennedy a quien a la vez que aporreaba lo obligaba a recitar oraciones religiosas plagadas de obscenidades. A Kennedy le provocó una fuerte cortada en la cara con su cuchillo y luego lo llevó a la orilla del mar para echarle agua salada en las heridas. El chiquillo de 5 años Robert Gould fue el siguiente en caer engañado por Pomeroy quien le había prometido llevarlo a ver soldados, para luego someterlo cerca de una estación de trenes. Cuando amenazaba al chico con la punta de su navaja en el cuello, Pomeroy se dio cuenta que era observado por unos ferrocarrileros y tuvo que huir. Para fortuna de la policía Gould aportó pistas más concretas, como que su atacante era un joven adolescente de cabellos castaños y un ojo totalmente blanco.

A fines de 1872 la policía efectuaba visitas a las escuelas del sistema público de Boston con la esperanza de encontrar al sádico bribón a quien creían, pronto se convertiría en un temible homicida. Un día de Septiembre visitaron la escuela de Pomeroy, pero el joven Kennedy no podía identificar entre los alumnos a su atacante. Ese mismo día que la policía había visitado su salón, Pomeroy al regresar a su casa, decidió darse una vuelta por la estación policial y al pasar tan cerca, fue súbitamente identificado por Kennedy quien continuaba con sus declaraciones. No esta muy claro el porque de esta conducta pero es muy posible que Pomeroy haya estado involucrado en una suerte de juego del gato y el ratón con la policía. Eso ha ocurrido muchas veces con psicópatas de ese estilo. Cuando Pomeroy pasaba, Kennedy lo alcanzó a ver en la estación y logró hacer que la policía persiguiera al sádico bribón que inmediatamente fue puesto bajo arresto. A pesar del intenso y severo interrogatorio, Pomeroy se mantuvo tranquilo clamando su inocencia en todo momento. Lo despertaron a media noche en la celda donde había sido confinado y con la amenaza de ser encarcelado por 100 años, finalmente Jesse Pomeroy se dio por vencido. Al día siguiente fue llevado para que todas sus víctimas lo identificaran lo cual parece ser ocurrió sin mayor problema. Entonces lo que faltaba era que un magistrado le dictara sentencia. Como se esperaba, su madre testificó a favor de Pomeroy, porque no podía ser de otro modo. Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, solo atino a decir "no pude evitarlo..." a la vez que agachaba su cabeza en señal de vergüenza. La sentencia fue el ingreso a un reformatorio juvenil hasta que cumpliera 18 años, es decir la mayoría de edad. Madre e hijo psicópata abandonaron en lágrimas la corte según las crónicas de la época.

El reformatorio juvenil Westborough se convirtió en el siguiente hogar de Jesse Pomeroy. Aquel lugar albergaba a jóvenes infractores y a muchachos malcriados o difíciles de tratar a quienes sus padres enviaban ahí para quitarse un gran peso de encima. Instituciones de este tipo difícilmente reformaban a alguien en esa época. Simplemente el hecho de encerrar bribones peligrosos provocaba en ellos la aparición de una mentalidad salvaje y oportunista en que los más fuertes sometían al resto. En un lugar así podría florecer un chico listo y sádico como Pomeroy quien desde un principio entendió que si deseaba salir antes de cumplir los 18 años debía demostrar una conducta intachable. Según se cuenta, vivió la mayor parte del tiempo en soledad pues los chicos mayores lo molestaban y los menores le sacaban la vuelta, conscientes del porque estaba ahí recluido. La dura rutina de Westborough consistía en trabajos forzados y clases obligatorias diarias. Como un interno modelo Pomeroy evadió eficientemente los castigos y las reprimendas, pero siempre estaba al tanto de todo detalle e incidentes cuando alguien era castigado. Tras quince meses de encierro el comité de libertad condicional aprobó su salida. Mientras Jesse purgaba condena, su madre hacía campaña por la liberación y exoneración de su hijo enviando cartas a las autoridades y a quien estuviera dispuesto a escuchar su punto de vista, sin embargo fue la buena conducta de Pomeroy que movió a los magistrados juveniles a liberarlo.

Los Pomeroy prometieron esmerarse en la vigilancia de su hijo a quien habían dejado vagar más de la cuenta. La señora tenía una tienda de ropa y su hijo mayor un puesto de periódico, negocios en los cuales emplearían al joven Jesse para que no perdiera el tiempo. A pesar de los horribles crímenes de que se había acusado a Pomeroy, la policía consideraba que no se debía ser muy duro y por mucho tiempo contra el chico y que se le debía dar una oportunidad de redimirse asimismo. A ninguna autoridad se le ocurrió informar a nadie en la comunidad donde vivía Pomeroy, que éste había sido liberado. La gente vivía bajo la creencia de que el sádico bribón del ojo blanco estaría bien guardado por varios años.

No pasaron ni los dos meses en libertad cuando Pomeroy atacó cuando la oportunidad se presento a la puerta de la tienda de su mama. El 18 de Marzo de 1874 muy temprano Jesse efectuaba la limpieza y platicaba con un empleado de apellido Kohr, de la misma edad que Pomeroy cuando llegó la niña Katie Curran a preguntar por un cuaderno de notas. La chica explicó que tenía un nuevo profesor y deseaba un cuaderno nuevo. Para su desgracia la primera tienda que había visitado no tenía ya la mercancía solicitada. Inmediatamente Pomeroy urdió una treta para tener a la jovencita. Dijo que quedaba un cuaderno pero manchado de tinta y que había que buscarlo dentro de la tienda, entonces mandó al ayudante Kohr con el carnicero a conseguir comida para las mascotas dejando libre el camino para sus obscuros deseos. La inocente chica siguió a Pomeroy a unas escaleras que daban a un especie de sótano en el edificio, confiada en la explicación de que abajo también tenían una tienda. Solo al final pudo darse cuenta que había sido engañada, pero era demasiado tarde. Fue sometida velozmente por Pomeroy quien con su navaja de bolsillo la degolló brutalmente. Cuando el cuerpo fue descubierto su avanzado estado de descomposición hizo muy difícil conocer el grado de daños que había recibido. Después de asesinar a la pequeña Katie, Pomeroy se lavó la sangre y regresó al puesto a seguir trabajando como si nada hubiera ocurrido. El cadáver permaneció donde lo había dejado sin que nadie notara nada extraño hasta que la policía fue a rescatarlo.

La madre de Curran comenzó a buscarla a la hora de que la niña había salido de su casa. Su búsqueda resultó infructuosa y con escasa cooperación de la policía quienes en todo momento evitaron incriminar a Jesse Pomeroy en la desaparición de Katie, a pesar de la declaración del ayudante Kohr y del turbio pasado reciente del sádico bribón. Luego apareció un testigo que aseguró haber visto como Katie Curran había sido introducida a un vagón de tren, entonces la policía determinó que se trataba de un secuestro y el caso quedó congelado.

La sed de sangre de Pomeroy estaba lejos de terminarse tras el crimen contra Katie Curran, poco después seguía en lo mismo, en busca de algún ingenuo chico a quien engañar con la promesa de dinero, dulces o lo que fuera para llevarlo a un sitio apartado donde asaltarlo. Y tal iba a ser el destino del chico Harry Field a quien le prometió unos centavos por llevarlo a una calle que dijo no saber como llegar a ella. Una vez que dieron con el lugar, Pomeroy se tornó violento y amenazó al chico con matarlo si gritaba. Para la enorme fortuna de Harry ocurrió que cuando iban por la calle, un rapazuelo vecino de Pomeroy apareció en el camino y comenzaron a gritarse de un lado de la calle a otro, ese momento fue aprovechado por Harry para huir corriendo y no paró hasta llegar a su casa.

Trágicamente el siguiente niño en caer en las garras de Pomeroy no tuvo la misma buena suerte que Harry Field. El niño Horace Millen se encontró con el sádico bribón en la calle y fácilmente cayó envuelto en las tretas que siempre aplicaba para llevar lejos a sus víctimas. Antes de eso, entraron a una pastelería por un bocadito que felizmente iban comiendo ambos durante el camino a las partes pantanosas y solitarias del sur de Boston. Esta vez numerosos testigos vieron a la inusual pareja de "hermanos" caminar por las calles y fuera de la ciudad. Una señora testificó acerca de lo extraño que lucía el chico mayor, quien irradiaba una rara felicidad y excitación mientras caminaba de la mano del niño pequeño quien a su vez provocó extrañeza por sus buenas ropas que portaba.

De acuerdo a Pomeroy, cuando llevaba a Millen de la mano hacia un lugar apartado casi no podía controlar sus impulsos y supo desde el primer momento que quería asesinar al niño de 4 años. Esta vez quería estar seguro que nadie lo interrumpiera y por eso caminaron largo rato hasta llegar a un paraje arenoso donde se sentaron a descansar. Horace Millen aún no se daba cuenta que la promesa de ir a ver un barco de vapor no era mas que una excusa del sádico bribón para asesinarlo. Con su cuchillo de bolsillo Pomeroy descargó un furioso ataque a la garganta del inocente chico, a pesar del sangriento ataque, Millen no había muerto y peleaba por su vida. De acuerdo al reporte del forense había numerosas heridas de las llamadas defensivas en brazos y manos. Pero un niño de 4 años gravemente herido no era remotamente rival de un joven psicópata. Se contaron hasta 18 heridas en el tórax y lo más impactante fue ver como las uñas de las manos estaban firmemente incrustadas en las palmas como evidencia de la agonía y atroz muerte experimentada por el niño Horace Millen. Cuando su cadáver fue lavado apareció su ojo apuñalado también, así como heridas profundas en el escroto lo cual indicaba el intento de castrar al niño.

Unos niños que jugaban en la playa descubrieron el cuerpo e inmediatamente avisaron a unos señores que cazaban patos en las cercanías. Para ese entonces la familia de Horace ya lo buscaba por todos lados y el padre de familia ya había reportado la desaparición a la policía. Para la noche a las 9, la familia era informada de la muerte de su hijo. Inmediatamente vino a la mente de las autoridades el sospechoso número uno, aquel chico despiadado que gustaba de torturar niños pero no podía ser posible que fuera el, dado que purgaba condena en un reformatorio juvenil. Tardo poco en que se confirmara la aterradora realidad, aquel sádico bribón había sido puesto en libertad condicional no hacía mucho tiempo. Se despachó una patrulla a su casa y a pesar de las airadas protestas de Ruthann Pomeroy el chico fue conducido a la policía.
Mostrando la mayor de las tranquilidades, Pomeroy resistió el primer interrogatorio negando conocer acerca del crimen que se le imputaba. Sin embargo no pudo ofrecer una buena coartada, pues no tenía una explicación convincente sobre su paradero desde las 11 de la mañana hasta las 3 de la tarde. Luego con su habitual frialdad fue dejado durmiendo en la celda de la comisaría. Mientras tanto los oficiales tomaron su calzado que tenía adheridos pastos del pantano y lodillo. Con los zapatos de Horace Millen y los de Pomeroy reconstruyeron los pasos de los chicos que los ubicaban a ambos en la escena del crimen. Mediante yeso compararon las huellas más grandes coincidiendo a la perfección con las suelas del sádico bribón. Aquel procedimiento era normalmente aceptado en los procesos judiciales de la época. Temprano al día siguiente despertaron a Jesse y lo confrontaron con el hecho de que ahora lo podían ubicar sin lugar a dudas en la escena del crimen y le sugirieron ir a ver el cuerpo de Millen a la morgue. Obviamente el chico se negó rotundamente diciendo que él nada tenía que ver con el asunto. Sin embargo una vez puesto de frente al mutilado cadáver Pomeroy no pudo resistir la presión y terminó por admitir su culpa. Entre sozollos admitió "Lo siento, yo lo hice... por favor no le digan a mi mama!..." Los detectives le preguntaron si sabía que iba a ocurrirle a continuación a lo que respondió que no sabía pero que por favor lo pusieran en lugar donde no pudiera hacerle daño a nadie. La acusación y la convicción del crimen ocurrieron de manera expedita. Sin mayores trámites tanto la policía como los medios habían encontrado al culpable a quienes no bajaban de ser un monstruo de la sociedad y es que visto en retrospectiva, en realidad lo era. El comité de libertad condicional juvenil fue severamente cuestionado por haber liberado al sádico bribón.

Tras la detención de Pomeroy y la consecuente lapidación pública de su familia, la señora Ruthann vio caer al suelo su tienda de ropa y sin embargo insistía en la inocencia de su joven hijo. Ya nadie se acercaba a su comercio a no ser para ver donde trabajaba el sádico bribón. Mientras ella caía en desgracia económica sus rivales de enfrente ampliaban sus negocios de modo que le ofrecieron comprar sus locales. Cuando los trabajadores fueron a hacer las remodelaciones y adecuaciones encontraron en el sótano el cadáver putrefacto de Katie Curran. No hubo una sola duda acerca de la culpabilidad de Pomeroy en la muerte de la chiquilla. Pero si resultó entretenido saber si la familia estaba enterada al respecto. Cuando le informaron a Jesse sobre el nuevo muertito que le cargarían encima negó toda relación con el suceso, pero confrontado con el hecho de que su madre y hermano serían cargados con el crimen terminó por doblarse y confesar. Paso a paso el sádico bribón recordó los acontecimientos de esa mañana cuando la niña Curran fue a comprar una libreta de apuntes a su tienda y de como la había conducido abajo para poderla asesinar. No sabía porque lo había hecho, solo quería observar su reacción. La pena impuesta a los asesinos de este tipo en el estado de Massachusetts era la horca.
En 1917 ahora con la población general de la prisión
En 1917 ahora con la población general de la prisión

La defensa de Pomeroy se concentró en el crucial debate acerca de la locura de su cliente o que simplemente estuviera mentalmente enfermo. Pero quedó definitivamente establecido que su defendido conocía y admitía que sus actos estaban mal, por lo que la batalla legal fue perdida sin remedio. Jesse Pomeroy fue sentenciado a la horca, sin embargo no hubo gobernador alguno que se atreviera a firmar la sentencia. Ya fuera por convicción personal o por cálculo político en tiempos electorales la decisión respecto al sádico bribón tomó mucho tiempo y continuos aplazamientos. Y es que era muy difícil para la autoridad ejecutar a un chico de 14 años ¡Jamás había ocurrido la necesidad de ejecutar a un hombre tan joven en la historia penal de la nación! Todos se iban pasando la papa caliente de mano en mano. Finalmente el gobernador Alexander Rice tomó una decisión, tras escuchar el veredicto de un panel de asesores quienes recomendaban la ejecución como solución final a este molesto asunto público. Rice entonces aceptó que el castigo debía ser ejemplar pero no la pena capital y sin publicitar su decisión, impuso la cadena perpetua para Pomeroy, no solo eso, esta debía ser cumplida en solitario. Era algo así como enterrar vivo al sádico bribón.


El muchacho Argentino


El infante infanticida

La historia del “Petiso orejudo” es una de las más escalofriantes que puedan encontrarse dentro de la criminología moderna. Este muchacho argentino, llamado Cayetano Santos Godino, comenzó su carrera criminal con tan solo 7 años de edad, escogiendo a otros niños como sus víctimas. Godino, quien además era pirómano, tuvo en vilo a toda la población de Buenos Aires de principios del siglo XX. La estremecedora vida del Pequeño orejudo, el niño asesino, ha sido llevada a la gran pantalla de mano del director madrileño Jorge Algora, bajo el titulo “El niño de barro”.

La historia de Cayetano Santos Godino coincide completamente con la de muchos otros asesinos en serie adultos y, como suele suceder, comienza con una infancia tortuosa. Hijo de inmigrantes calabreses, este muchachito nacido en 1896, en la ciudad de Buenos Aires, tenía siete hermanos y un padre alcohólico y maltratador. Fiore Godino, su progenitor, había contraído sífilis incluso antes de que naciera Cayetano, lo que le trajo al niño graves problemas de salud. Incluso podría decirse que ya desde pequeño el “Petiso orejudo” conoció la muerte de cerca, a causa de las enfermedades que le afectaban.




La historia de Cayetano Santos Godino coincide completamente con la de muchos otros asesinos en serie adultos y, como suele suceder, comienza con una infancia tortuosa. Hijo de inmigrantes calabreses, este muchachito nacido en 1896, en la ciudad de Buenos Aires, tenía siete hermanos y un padre alcohólico y maltratador. Fiore Godino, su progenitor, había contraído sífilis incluso antes de que naciera Cayetano, lo que le trajo al niño graves problemas de salud. Incluso podría decirse que ya desde pequeño el “Petiso orejudo” conoció la muerte de cerca, a causa de las enfermedades que le afectaban.

Godino se crió en la ley de la calle. Las reglas de una ciudad repleta de inmigrantes en ese principio de siglo XX y que todavía estaba muy lejos de ser lo que sería tiempo después. De hecho Almagro y Parque Patricios, hoy dos sectores plenamente integrados en la capital argentina, eran zonas linderas y con descampado. Esos barrios serían el epicentro de las andanzas de este niño, al que muchos no dudarían en calificar como un verdadero monstruo.
Cayetano desde los cinco años comienza a recibir educación formal en diversos centros escolares. Pero la falta de interés en el estudio y su comportamiento violento e indisciplinado hacen que Godino vaya de un colegio a otro con rumbo errante. Su hábitat natural eran las calles y descampados. Le encantaba matar gatitos y observar como agonizaban. También sentía adoración por el fuego. Estaba claro que el “Petiso orejudo” no era un niño normal y corriente. En absoluto.


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El infante infanticida


La historia del “Petiso orejudo” es una de las más escalofriantes que puedan encontrarse dentro de la criminología moderna. Este muchacho argentino, llamado Cayetano Santos Godino, comenzó su carrera criminal con tan solo 7 años de edad, escogiendo a otros niños como sus víctimas. Godino, quien además era pirómano, tuvo en vilo a toda la población de Buenos Aires de principios del siglo XX. La estremecedora vida del Pequeño orejudo, el niño asesino, ha sido llevada a la gran pantalla de mano del director madrileño Jorge Algora, bajo el titulo “El niño de barro”.

La historia de Cayetano Santos Godino coincide completamente con la de muchos otros asesinos en serie adultos y, como suele suceder, comienza con una infancia tortuosa. Hijo de inmigrantes calabreses, este muchachito nacido en 1896, en la ciudad de Buenos Aires, tenía siete hermanos y un padre alcohólico y maltratador. Fiore Godino, su progenitor, había contraído sífilis incluso antes de que naciera Cayetano, lo que le trajo al niño graves problemas de salud. Incluso podría decirse que ya desde pequeño el “Petiso orejudo” conoció la muerte de cerca, a causa de las enfermedades que le afectaban.



Godino se crió en la ley de la calle. Las reglas de una ciudad repleta de inmigrantes en ese principio de siglo XX y que todavía estaba muy lejos de ser lo que sería tiempo después. De hecho Almagro y Parque Patricios, hoy dos sectores plenamente integrados en la capital argentina, eran zonas linderas y con descampado. Esos barrios serían el epicentro de las andanzas de este niño, al que muchos no dudarían en calificar como un verdadero monstruo.
Cayetano desde los cinco años comienza a recibir educación formal en diversos centros escolares. Pero la falta de interés en el estudio y su comportamiento violento e indisciplinado hacen que Godino vaya de un colegio a otro con rumbo errante. Su hábitat natural eran las calles y descampados. Le encantaba matar gatitos y observar como agonizaban. También sentía adoración por el fuego. Estaba claro que el “Petiso orejudo” no era un niño normal y corriente. En absoluto.


JUGANDO A SER UN ASESINO


Tenía tan solo 7 años cuando cometió su primer acto violento hacia una persona. La edad en la que un chico debería estar más preocupado por sus juegos y fantasías propias de la niñez. Pero a Cayetano, le atraían otras cosas. A pesar de su aspecto flacucho, sus orejas prominentes y su baja estatura, Godino tenía un gran poder de atracción sobre los menores. Los invitaba a sus juegos, les ofrecía caramelos y así lograba llevarlos a zonas donde nadie pudiera ver lo que pretendía hacer con ellos.



La primera de sus víctimas, aunque tuvo la suerte de que nada grave le sucediera, fue Miguel de Paoli, un niño de casi dos años, que fue golpeado por el “Petiso” y después arrojado sobre una zanja llena de espinos. Un agente que circulaba por la zona se percató de lo ocurrido y llevó a los niños a la comisaría, donde fueron recogidos por sus madres unas horas más tarde.
Un año más tarde, sería el turno de Ana Neri, una vecina suya que apenas tenía 18 meses de edad. También tuvo fortuna la pequeña Anita, ya que los golpes que Cayetano le infringió con una piedra no llegaron a matarla gracias a la intervención de un policía que advirtió lo que sucedía y puso fin al asunto. Godino salió de prisión esa misma noche por su corta edad.
Ya para aquel entonces se había iniciado en la delincuencia menor junto a su amigo Alfredo Tersi y su padre había descubierto una gran cantidad de pájaros muertos que el “Petiso” guardaba debajo de su cama. Su primera víctima mortal estaba al caer.


Aunque nadie se enteraría hasta tiempo después. Una niña de 18 meses de edad, era golpeada y luego enterrada viva por Cayetano, quien cubrió la fosa con latas y otros desperdicios. Este hecho había ocurrido en 1906, cuando Godino ya contaba con 10 años de edad. La muchacha fallecida, presumiblemente, sería María Rosa Face, sobre quien se había efectuado la denuncia de desaparición y jamás había regresado. En el terreno baldío donde el “Petiso” adujo enterrarla se construyó un edificio de dos plantas. Así es que nunca pudo corroborarse la confesión del niño criminal.
Para ese entonces, Cayetano Santos Godino parecía ser una persona irredimible. Tenía 10 años de edad, se había convertido en un masturbador compulsivo y en un auténtico irreverente. Sus padres no sabían que hacer con él, fue el mismo Fiore Godino quien lo denunció ante las autoridades. Cayetano pasó dos meses tras las rejas, para volver a su vida habitual: la de la vagancia y el morbo. Después de agredir a Severino González Caló (a quien intentó ahogar) y a Julio Botte (le quemó los párpados con un cigarrillo), nuevamente sus progenitores lo entregan ante las autoridades.

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LA LEY DE LA CALLE

Era 1908 y ese Cayetano de 12 años de edad fue enviado a pasar sus días en la Colonia para menores de Marcos Paz. Se sabe el efecto que suele causar una estancia en prisión para cualquier recluso. Lejos de rehabilitarlo y reinsertarlo en sociedad, aunque aprendió allí a leer y escribir, los duros días de reclusión lo devolvieron a las calles mucho más endurecido, frío y, por supuesto, ávido de crímenes. Tres años pasó allí y salió hecho todo un adolescente, pero un adolescente que había vivido cosas que otros no.
Cayetano se hacía fuerte en las calles. Deja de transitar los lugares por donde andaba siempre y se dirige hacia las zonas más lúgubres de la ciudad.
Allí empieza a consumir alcohol y a inmiscuirse en cuestiones no del todo santas. Sus padres consiguen que trabaje en una fábrica, pero tan sólo dura tres meses en su puesto. Estaba claro que su carrera se encontraba en otro sitio.


Su próxima víctima mortal sería Arturo Laurora, un joven de 13 años, quien apareció brutalmente golpeado, semidesnudo y con un cordel en su cuello estrangulándolo. Algunos días antes, el 17 de enero de 1912, Godino había prendido fuego una bodega de la calle Corrientes.
Cuando fue detenido, sus palabras fueron claras y no mostraban ningún tipo de remordimientos: “me gusta ver trabajar a los bomberos. Es lindo ver como caen en el fuego”.
Estos hechos no serían sino la confirmación de lo que vendría luego: un sinfín de agresiones y crímenes de todo tipo. Primero prendió fuego a Reina Vaínicoff arrimando una cerilla a su vestido de percal. La niña de cinco años falleció poco después. También, demostrando su amor por el fuego, causó tres incendios más que pudieron ser controlados, incluyendo una estación de trenes. Los animales se encontraban asimismo bajo su “jurisdicción”. Por esto, mató a puñaladas a la yegua de su patrón Paulino Gómez, cuando se encontraba trabajando en una bodega.



Algunos niños tuvieron mejor fortuna que otros. Así fue como milagrosamente se salvaron Roberto Russo, de 2 años de edad, Carmelo Gittone, de 3 y Catalina Naulener, de 5. Todos ellos fueron golpeados y seducidos previamente por el “Petiso orejudo” (ese nombre ya era común para hacer referencia a él en los círculos por los que se movía). De todos modos, o algún agente del orden o una persona que casualmente vio lo que estaba sucediendo, pudo impedir un desenlace mucho más trágico. Pero Cayetano Santos Godino se tenía reservado un último crimen. Tal vez el más nefasto de todos.
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UN CLAVO EN LA SIEN


Era la mañana del 3 de diciembre de 1912 y Cayetano salía de su casa como lo hacía siempre, a vagabundear un rato. También Jesualdo Giordano, un niño de 3 años, se dirigía a jugar con sus amigos del barrio. Y tuvo la mala suerte de que su destino y el de Godino se cruzaron. El “Petiso” se sumó a los chicos, que no pusieron reparos. Al fin y al cabo, siempre se llevó bien con ellos. Un poco por su aspecto de idiota y otro poco porque sabía seducirlos. Jesualdo por medio de caramelos cayó en su juego.



Jesualdo caminó con Cayetano hasta la Quinta Moreno, un lugar alejado donde el “Petiso orejudo” haría de las suyas por última vez. Allí lo arrinconó, lo golpeó y, quitándose la cuerda que llevaba por cinturón, lo ahorcó. Pero como el chico no moría, lo ató de pies y manos y salió en busca de un elemento más contundente. En la búsqueda, se topó con el padre de Jesualdo y hasta tuvo el tino de decirle que fuera a la comisaría a hacer una denuncia por su desaparición.
El elemento que empleó Godino para acabar con el niño Jesualdo fue un clavo de cuatro pulgadas, que enterró en la sien de la criatura. Luego cubrió el cuerpo con una chapa y se dio a la fuga. Incluso tuvo el atrevimiento de pasar por el velatorio del niño. Dicen que aún quería ver si tenía el clavo enterrado en la sien.

Dos agentes de policía, Peire y Bassetti, ya habían unido acertadamente las pistas de todos los crímenes y fechorías. No quedaban dudas de que se trataba de Cayetano Santos Godino, ese adolescente repleto de perversión y totalmente reacio a respetar las leyes y normas establecidas. Un registro en la casa de los Godino arrojaría rápidos resultados: restos de la cuerda que utilizó para estrangular a Jesualdo Giordano y un recorte del periódico La Prensa que relataba los detalles del crimen llevaron las sospechas al terreno de las certezas. Godino confesó sus crímenes y, en un primer momento, fue llevado a un Hospital de Salud Mental.

Es que creían que era un disminuido psíquico y que no tenía consciencia de sus actos. Pero allí trató de matar a un inválido postrado en una cama y a una persona que paseaba en sillas de ruedas.Los años finales de Cayetano Santos Godino transcurrieron en la cárcel del Ushuaia –la ciudad más austral del mundo-, conocida como “la prisión del fin del mundo”. Un durísimo correccional, donde estaban recluidos los delincuentes más peligrosos y que, para establecer una similitud, era equivalente a las prisiones rusas de Siberia o el San Quintín estadounidense.

Es un imbécil o un degenerado hereditario, perverso instintivo, extremadamente peligroso para quienes lo rodean”, afirmó tajantemente el informe psiquiátrico, cuando Godino pidió por su libertad en 1936. Finalmente Cayetano falleció en 1944, víctima de una hemorragia interna. Se supone que fue producto de las continuas palizas y vejaciones sexuales que recibía por parte de los otros reclusos. Un final alejado, cruento, correspondiente con lo que fue la vida de un niño extraño, con aspecto de idiota y que sentía un enorme placer por hacer lo que la sociedad condena.



"EL NIÑO DEL TERROR"



Juan Fernando Hermosa Suárez con apenas 16 años de edad es implicado en el asesinato a sangre fría de 22 personas, en su mayoría taxistas y homosexuales.
Ademas lidEraba una banda conocida como la "Pandilla del Terror".
El asesino en serie mas joven en la decada de los '90 Una pequeña reseña de loq ue fue "El Niño del Terror"
Quiero dejar en claro que mi nombre es Juan Fernando Hermosa Suárez y que el 28 de febrero cumplo 16 años.

Esa fue la primera declaración del adolescente que llevó al borde del pánico a los taxistas, principales víctimas del grupo de jóvenes liderados por Juan Fernando Hermosa, de mediana estatura, contextura delgada, tez trigueña, cabello ensortijado, cara delgada y de finas facciones, según la descripción hecha en HOY, el 21 de enero de 1992.

Las primeras notas de prensa sobre su captura lo ponían a la misma altura del famoso terrorista Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como El Chacal.

Las investigaciones han establecido desplazamientos del individuo a Israel y los Estados Unidos, en donde habría recibido cursos de especialización en el manejo de armas, decía HOY en la misma nota.

El relato sobre su detención fue más espectacular aún: Este joven fue detenido en un inmueble de la avenida América, en medio de una feroz balacera en la que murió su madre. En dicho lugar la Policía ingresó a una de las habitaciones a través de un tragaluz y abrió fuego al primer movimiento, pues se suponía que en el lugar dormía el joven (...). Una casualidad del destino hizo que aquella noche el criminal intercambiara las habitaciones con su madre. Esto le permitió advertir los movimientos policíacos y estuvo a punto de evadir la acción cuando saltó a través de una ventana, lanzando al mismo tiempo una granada y abriendo fuego con su arma 9 milímetros.

La novela estaba armada y Juan Fernando Hermosa pasó a ser conocido como el Niño del terror, quien logró dejar en segundo plano la pugna del Partido Unidad Republicana, que ese mismo año llevaría a la presidencia a Sixto Durán Ballén, o la pelea del Gobierno con los farmacéuticos por el alza del precio de las medicinas.

Todo subía a comienzos de 1992, hasta los cigarrillos. Una cajetilla de Lark o Marlboro costaba 1 200 sucres (¢92, cada dólar ese año se cambiaba por 1 293 sucres).

Fue recién a comienzos de febrero que el Niño del Terror comenzó a aparecer en las fotografías, cuando fue a rendir su declaración indagatoria en la Comisaría Segunda Nacional, enfundado en una chompa estilo militar, con jean y zapatos deportivos. Ahí se supo que el grupo no cargaba granadas, solo revólveres que les habían entregado los policías Wilson Rosero Vicuña y Rafael Puchaicela, y que mataban a taxistas y homosexuales para robarles.

También se supo que el grupo solo robaba taxis San Remo, porque eran nuevos y nunca se quedaban en las cuestas, y porque Hermosa todavía guardaba el ingrato recuerdo de cuando unos agentes del Servicio de Investigación Criminal lo detuvieron en un auto similar. Esa dependencia fue desmantelada por el caso de los hermanos Restrepo, pasó a llamarse Oficina de Investigación del Delito (OID) y hoy es la Policía Judicial.

En una batida, en el centro de Quito, nos atraparon a cinco por sospecha de robo. Cuando estábamos en las oficinas de la OID me dijeron que me iban a colgar, dijo Tomás Angulo, quien denunció a Hermosa.

Fue así como el 9 de enero de 1992, policías enmascarados entraron disparando en una casa humilde del norte del norte de Quito, donde hallaron a Hermosa. La única víctima de ese operativo fue su madre, quien sufría de sordera y que quedó tendida sobre la cama.

¿Qué le animaba el hecho de matar?, le preguntó el juez que llevaba la causa a Juan Fernando Hermosa.

Mi intención no era la de matar, les pedía a los señores que se quedaran quietos, que no les iba a pasar nada, pero eso no ocurrió; alguna vez me amenazaron con un revólver calibre 22, por lo que utilice mi arma, otra vez un taxista intentó golpearme con una llave de ruedas, por lo que también me vi obligado a disparar, fue le respuesta de Hermosa, el líder del grupo de 10 adolescentes que se reunían en los cosmos(como se conocían a las salas de juegos electrónicos que proliferaban en Quito) de La Marín. (JT)

EL FINAL

La última semana de febrero de 1996, Juan Fernando Hermosa, que había recuperado su libertad en enero de ese mismo año, al cumplir su mayoría de edad -porque así lo establecía el Código de Menores-, fue hallado por un grupo de campesinos a orillas del río Aguarico, en la provincia de Sucumbíos.

Vestía una camisa negra, pantalón concho de vino y calzaba zapatillas de la marca Reebok.

El rostro era irreconocible, tenía la cara hundida con un tiro en la frente y atravesada por varios cortes de machete.

El cuerpo, atravesado por orificios de balas de grueso calibre, presentaba cortes en la espalda, sus manos estaban atadas con alambre galvanizado.

Por los documentos hallados en una cartera café se supo que la víctima era Juan Fernando Hermosa, quien en 1992 fue acusado por el asesinato a sangre fría de 22 personas, entre taxistas y homosexuales.

El joven había llegado a Sucumbíos el 20 de enero de 1996, tras recobrar su libertad, para vivir con su padre que tenía una propiedad en Sacha, cerca a Shushufindi.

Varias veces fue visto caminando solo, hasta que un lunes de febrero desapareció sin dejar rastro.

En su cartera había un carné estudiantil de la unidad educativa Educación a Distancia: Monseñor Leonidas Proaño, la boleta de libertad extendida por el Tribunal de Menores y un recorte de periódico: "El síndrome Hermosa en todo el país".

miércoles, 19 de diciembre de 2012

La niña de las iglesias



No sé si este relato realmente pasó, pero aquí en México es muy sonada esta historia:

Siendo una noche como todas, pero en especial, ésta era una noche un poco más fría, más obscura, cerca de la 1 de la madrugada, un taxista regresaba a su casa después de todo un día de arduo trabajo, en la calle ya no había ni alma de gente, pero al pasar frente al cementerio general de la ciudad se percató que una chica le hacía la parada, éste se siguió pensando que ya estaba muy cansado y que era muy tarde para hacer otra dejada.

Sin embargo reflexionó y pensando en su sobrina de 17 años que fué violada y asesinada 3 años atrás, dijo, “pobre chica, no la puedo dejar ahí expuesta a no se qué miserable”.

Retrocedió su taxi y llegó hasta ella, tenía aproximadamente entre 18 – 19 años. Al contemplar su rostro, el taxista sintió un frío intenso y cierto sobresalto, al que no le dió importancia, pues la niña era dueña de un rostro angelical, inspiraba pureza, de piel blanca, muy blanca, cabello sumamente largo, era delgada, facciones finas, con unos ojos grandes, azules, pero infinitamente tristes, tenía un vestido blanco, de encaje, y en su cuello colgaba un relicario bellísimo de oro, que se veía de época.

El taxista acongojado le preguntó adónde la dejaba, y le dijo que quería que la llevara a visitar 7 iglesias de la ciudad, las que él quisiera, su voz era suave, muy triste, pero dejaba notar un timbre muy extraño, que le dejó una sensación de miedo y misterio.

Para no hacerla larga, el taxista la llevó a cada una de las siete iglesias sin replicar, en cada una pasaba cerca de 3 minutos y salía con una expresión de serenidad, de tranquilidad, pero sin abandonar de sus ojos esa mirada de infinita tristeza.

Al final del paseo, ella le pidió un favor. “Discúlpeme si he abusado mucho de su bondad, mi nombre es Alicia, no tengo dinero para pagarle ahora, sin embargo le dejaré éste relicario, y podría hacerme un último favor? Vaya a la colonia Jazmines ahí vive mi padre, entréguele mi relicario y pídale que le pague su servicio, ah, y dígale que lo quiero y que no se olvide de mí. Déjeme donde me recogió por favor.”

El taxista se sintió como en un trance, en donde actuaba automáticamente a la petición de la chica, y la dejó ahí, frente al cementerio. El hombre se fue a su casa, se sentía mareado, le dolía intensamente la cabeza, y su cuerpo le ardía por la fiebre que empezaba a tener, su esposa lo atendió de ese repentino mal, duró así casi 3 días.

Cuando al fín pudo reaccionar y se sintió mejor, recordó su última noche en el taxi, recordó a la niña angelical de las iglesias, y recordó su última petición, que le hizo sentir un escalofrío intenso que hizo que se simbrara de pies a cabeza, aunque él no comprendía nada, pensó “que raro fue todo, seguro se fue de su casa, o tiene problemas, pero, ¿por qué en el cementerio? ¿quién era?, ¡¡El relicario!!”, sí ahí estaba, sobre su mesita de cama, el relicario de Alicia, que ahora tenía restos de tierra.

Se paró como un resorte, tomó su taxi y fue a la dirección que le diera la chica, pero no con la intención de cobrar, sino de descubrir, conocer, aclarar la verdad detrás de ese misterio que le inquietaba, que le estremecía, que no quería ni pensar.

Tocó, era una casa grande, estilo colonial, vieja, entonces abrió un hombre, de edad avanzada, alto, de aspecto extranjero, con unos ojos, si los ojos de Alicia, así de tristes. El taxista le dijo “Disculpe señor, vengo de parte de su hija Alicia, ella solicitó mis servicios, me pidió que la llevara a visitar siete iglesias, así lo hice y me dejó su relicario como penda para que usted me pagara”. El hombre al ver la joya rompió en llanto incontrolable, hizo pasar al taxista y le mostró un retrato, el de Alicia, idéntica a la de hace 3 noches.

¿Es ella mi Alicia?, le dijo el hombre, “Sí ella, con ese mismo vestido”.

“No puede ser, hace tres noches cumplió 7 años de muerta, murió en un accidente automovilístico, y este relicario que le dió fue enterrado con ella, y ese mismo vestido, su favorito… hija, perdón, debí hacerte una misa, debí haberme acordado de tí, debí….”

El hombre lloró como un niño, lloró y lloró, el taxista estaba pálido, pasmado de la impresión,”había convivido con una muerta” eso lo explicaba todo.

Volviendo de su estupor, le dijo al padre de Alicia, “señor, yo la ví, yo hablé y conviví con ella, me dijo que lo amaba, que lo amaba mucho, y que no se volviera a olvidar de ella, creo que eso le dolió mucho”.

Se dice que el padre de Alicia recompensó al taxista, le regaló toda una flotilla de taxis para que iniciara un negocio, todo en agradecimiento por haber ayudado a su niña adorada a visitar las iglesias en su aniversario fúnebre

La Planchada o La enfermera visitante



Esta leyenda, cuyo título podría ser también el de “La Enfermera visitante“, hace recordar a muchos potosinos episodios de misterio, originados hacia finales del siglo antepasado.

El antiguo Hospital se encontraba entre los barrios de El Montecillo y de San Sebastián, cerca del costado sur del Templo de San José (en la cuidad de San Luis Potosí, México). Cuenta la conseja que en dicha institución entró a formar parte del personal una enfermera llamada Eulalia, de buena presencia, quien desde luego dio muestras de profesionalismo y diligencia; por lo tanto, se captó la simpatía y el aprecio del personal médico y administrativo.

Eulalia repartía su tiempo entre su trabajo en el hospital y en atender a su familia que consistía en su madre y dos hermanos menores. Llevaba una vida tranquila, sosegada y, al mismo tiempo, activa; nada perturbaba el horizonte de esta eficaz mujer, hasta que un día ingresó al hospital un joven médico, apuesto, de nombre Joaquín. Era costumbre en el Hospital que cuando llegaba un nuevo médico, el Director reunía al personal para presentarlo; ese día Eulalia estaba atendiendo a un paciente, mas hubiera podido dejar su trabajo un momento, suficiente para ser presentada al recién llegado, pero no quiso asistir al llamado del Director. Al anochecer, cuando llegó a su casa, refirió a su madre:

- Hoy llegó al Hospital un nuevo médico; aunque no lo conozco ya me imagino que es uno de esos recién salidos de la escuela, fatuos y orgullosos, que ven a una como inferior; pero ya verá…. ya verá….

- Hija, es la primera vez que te oigo hablar así ¿te ha ocurrido algo?

- No, nada, nada en realidad; bueno, he tenido algunos contratiempos sin importancia.

Al día siguiente, Eulalia fue solicitada para auxiliar al nuevo médico, en la extracción de una bala de la pierna de un herido. Desde el primer momento en que la enfermera vio al doctor, quedó prendada de él, a grado tal que no acertaba a darles los instrumentos debidos. A medida que pasaba el tiempo, ella se enamoró apasionadamente del galeno, en cambio él no mostraba el mismo interés. Sin embargo, pasados algunos meses, Eulalia y Joaquín se hicieron novios. Ella sintió que por fin se estaban realizando sus aspiraciones, se veía feliz y en torno a ese amor giraba toda su existencia, pero él no mostraba la misma pasión que ella. Los años transcurrían y en el Hospital continuaban de novios el médico y la enfermera.

Un día de tantos, dice Joaquín:

- Eulalia, estoy invitado mañana a una recepción; no tengo ropa adecuada pero un colega me la va a prestar; como tú sales antes que yo hazme un gran favor: te llevas la ropa a tu casa y si me lo permites, allí me cambiaré. ¿Te parece bien?

- Con todo gusto lo haré Joaquín; vas a ir a tu recepción hecho un príncipe, te verás muy guapo.

Como acordaron, al día siguiente Joaquín llegó a la casa de Eulalia; ya vestido en traje de etiqueta, charla un rato con su novia y, al despedirse, le dijo:

- Olvidaba decirte que asistiré a un seminario de medicina interna; será cuestión de unos quince días.

Pasó algún tiempo que a la enfermera se le hizo eterno, sin recibir noticias de su novio. Un día, un empleado del Hospital que anteriormente la cortejaba, le declaró su amor pero Eulalia le contestó:

- Soy la prometida del doctor Joaquín, no creo que usted lo ignore.

- Pero Eulalia, su doctor tardará mucho tiempo en regresar de su viaje de bodas; ¿no sabía usted que se casó en la fecha que renunció a su trabajo en este Hospital?

Eulalia jamás pudo recuperarse de la decepción que le causó el engaño, por más que se decía a sí misma: “debía darme cuenta que él nunca me quiso de verdad; no debo abatirme”. Pero lo cierto es que siempre sufrió por el perdido amor, aun cuando tanto su trabajo como atender su casa, absorbían la mayor parte de su tiempo. Jamás volvió a enamorarse de otro hombre, ni tuvo novio alguno; siguió dedicándose a su profesión, pero ya no era la misma enfermera activa, dinámica, capaz. Se dice que descuidaba a los enfermos, que se volvió demasiado estricta con los demás, que se llenó de amargura. Llegó a tal punto su indiferencia, que aun dentro de su turno desatendía a los pacientes y en más de una ocasión, algunos murieron por su negligencia.

Años después se inauguraba un flamante hospital con el nombre del Dr. Miguel Otero, en la que hoy es Avenida Juárez; a este hospital pasó la mayor parte del personal del antiguo Hospital Civil; entre ellos estaba Eulalia. Transcurrió el tiempo y la enfermera Eulalia, tras una penosa enfermedad, murió en el mismo hospital donde trabajaba.

Se cuenta que en este hospital se aparecía una enfermera pulcramente vestida de blanco y que de vez en cuando, atendía pacientes.

Mucho después se fundó en la ciudad el Hospital Central Dr. Morones Prieto, al cual pasó parte del antiguo personal del Hospital Miguel Otero.

Una mañana entra una de las nuevas enfermeras al cuarto de un paciente y lo saluda:
- ¿Cómo esta? ¿Cómo pasó la noche?
- Bien, gracias a Dios y gracias también a la enfermera que además de darme la cucharada, me dio el elixir que me hizo mucho bien.
- ¿Y a qué hora sucedió eso? – preguntó extrañada la enfermera.
- Como dos horas antes de que usted llegara.

Aun cuando la nueva enfermera sabía que no podía ser, nada dijo al paciente; salió del cuarto a continuar su trabajo. Otro día uno de sus pacientes le dice:

- Anoche me dolió mucho la cabeza, pero una enfermera me dio una pastilla y se me quitó el dolor como por encanto.
- Ah, ¿Sí? ¿Cuándo le dieron la pastilla?
- Tal vez en la madrugada.

A la hora de comer, quería comentar esto con la enfermera Elena Wong Rivas, amiga suya, quien con mucha naturalidad le dijo:

- Ah sí. Seguramente es “La Planchada”; le decimos así porque siempre anda muy almidonada, con la bata bien planchada, jamás se le arruga no se le ensucia, sí, también se aparece en los pasillos y se introduce en los cuartos de los pacientes. Una vez, en un cuarto donde había pacientes, ahí en la sección de mujeres, yo debía inyectar a una de ellas; mi sorpresa fue grande cuando me dijeron, al preguntar por qué estaba dormida una de ellas:

- La acaban de inyectar, un poco antes de que usted entrara.
- ¿Quién la inyectó?
- Una enfermera vestida de largo, son su ropa bien almidonada.

La nueva enfermera siguió con la duda, aunque su amiga le había referido que se trataba de La Planchada. Estaba verdaderamente intrigada, hasta que al fin pudo platicar ampliamente con otra amiga suya, la enfermera Conchita Armendáriz Hernández; tras de contarle sus experiencias en relación con la enfermera fantasma, Conchita le dijo:

- Pues sí es verdad, yo la he visto y algunos médicos también. Figúrate que un día llegó un Doctor nuevo, joven distinguido y de porte aristócrata, quien a salir de su consultorio, nos encontramos en el pasillo y me dijo:
- ¿Quién es esa enfermera que entró a mi consultorio sin mi permiso, se sentó frente a mi escritorio saludándome y llamándome por mi nombre?
- Como ve, no hay nadie, Doctor. Pero no se preocupe, es La Planchada.

En el Hospital Central “Dr. Morones Prieto”, se han acostumbrado a ver deambular por los pasillos, o saber que ha entrado en los cuartos de algunos pacientes, a una enfermera con su vestido largo blanco, impecable y almidonado. Nadie duda que alguna vez haya asistido como ayudante en las operaciones que los nuevos médicos practican en el quirófano; ese sitio que en el antiguo Hospital donde trabajó Eulalia, se llamaba “ Sala de Operaciones”.

La Cara de Caballo



Cuenta la gente de San Pedro de las Colonias que cierto día, un señor, el típico borrachito, vagaba a altas horas de la noche por una de las calles principales de esa ciudad; esto ya hace aproximadamente treinta años. Este señor iba caminando, tambaleándose debido a los efectos del alcohol, y, como era conocido en ese poblado que era un señor solo, siempre andaba deambulando de coqueto, cuando traía unas copas encima.

Esa noche él estaba fuera de su casa cuando, de pronto, pasó una dama delgada, alta, que tenía una apariencia hermosa, de cabello hasta la cintura, negro y lacio, pero él sólo la había visto de espaldas. Él decidió seguirla hasta una de las plazuelas principales del poblado, chistándole y hablándole; ella no volteaba, permanecía fría y firme, ella seguía su paso… rumbo al panteón.

El borrachito, desesperado, la volteó por la espalda y… ¡¡la mujer tenía la cara de caballo!! El señor, del susto, salió disparado corriendo y hasta lo borracho se le quitó de la impresión.

Dicen que por los poblados vecinos esa mujer se sigue apareciendo, siempre espanta a los borrachos, trasnochadores y con malas intenciones.

Hace poco menos de 20 años, un par de hombres más la vieron debajo de un puente; su amigo los encontró temblando de la impresión, todo ocurrió en circunstancias semejantes.

Esta leyenda sirve de advertencia para aquellos hombres que salen de la tranquilidad de su casa con malas intenciones, piensen dos veces.

La chica del barranco

Se cuenta que una noche (de esas particularmente tétricas) una joven de 15 años iba caminando por la calle, cuando en un cruce aparecieron dos tipos que la violaron y ella, por la vergüenza que sentía de si misma, decidió acabar con su vida arrojándose a un barranco.

Los padres de la chica la buscaron como locos, pero no encontraron nada -es como si se la hubiera tragado la tierra- decían sus padres. Así pasaron dos semanas y nada. Pero un día su madre, (que en realidad parecía más la hermana de la chica ya que quedó embarazada de ella a los 14 años) iba caminando por el mismo rumbo donde su hija fue violada, e iba llorando desconsolada, tan triste que no se dió cuenta de que empezó a seguir un sendero que acababa en un barranco.

Cuando dió un paso más la señora resbaló y alcanzó a sujetarse de una rama. Empezó a rezar pero sus rezos fueron interrumpidos porque una figura apareció adelante de ella ayudándole a subir. La señora quiso agradecerle a su salvador, pero cuál fue su sorpresa al ver que era ¡su hija!

La señora la quiso abrazar, pero su hija se hacía para atrás. La señora le preguntó:

- ¿Por qué te fuiste?

Pero su hija no hizo más que llorar, aunque le tomó la mano a su madre mostrándole lo mucho que sufrió la noche en la que desapareció. Su madre rompió en llanto y se echó a correr a por su esposo para contarle lo que había pasado.

Al siguiente día fueron a buscar el cuerpo de su hija para enterrarla y ofrecerle una misa. Pero al estarla enterrando, la señora empezó a acordarse de lo que había vivido su hija (y vio al cogerle la mano), y al voltear vio el fantasma de su hija llorando, y desde entonces se rumorea que en ese barranco se ve a una muchacha que empieza a caminar y de repente se avienta (tira)… escuchándose un grito aterrador.

Varias personas la han visto y han tratado de detenerla pero nunca la pueden detener, se piensa que la chica no abandona ese lugar porque se siente culpable por todo el sufrimiento que le ocasionó a su madre

EL TEMIBLE CHARRO NEGRO



Allá por el año de 1966, el señor Abundio Rosas regresaba a su casa, situada en las afueras del puerto de Veracruz. Aunque había luna, ésta se escondía entre las copas de los árboles, por lo que reinaba cierta oscuridad, que causaba gran impresión por las formas fantasmagóricas que se formaban con las sombras de la luna. De pronto, don Abundio sintió que alguien lo seguía pero no quiso voltear, sino que apresuró más el paso, empuñando el machete que siempre lo acompañaba. Sin embargo, cada vez sent&
iacute;a más cerca a ese alguien que lo seguía. De repente, un sudor frío se apoderó de él, sintió que se desmayaba, pero pese al miedo decidió enfrentarse a lo que fuera, volteó el rostro y con asombro vio una diabólica escena. ...Era un gran caballo negro, de pelo brillante y lustroso, pero con ojos espeluznantes que parecían lanzar fuego. Lo montaba un hombre alto y flaco, con un sombrero negro. No tenía ojos, nariz ni boca. En suma, era algo espantoso, por lo que don Abundio yano pudo moverse, ni hablar.

Temblaba de terror y más cuando el siniestro charro sacó una mano que se veía roja y con larguísimas uñas, tomó una bolsa de su caballo y la extendió ofreciéndosela al aterrado hombre, quien vio cómo la bolsa se abrió y mostró su interior lleno de dinero; pero don Abundio no quiso aceptarla. El jinete se la volvió a ofrecer y tampoco le hizo caso. Entonces el charro negro se volvió con su caballo sin pronunciar palabra y se alejó... Pero Abundio nunca escuchó el galopar del caballo, cosa que lo atemorizó mas pronto se sobrepuso y continuó su camino rumbo a su casa.

Al llegar estaba tan asustado que no pudo cenar. Contó lo sucedido a su esposa. La cual también se aterrorizó. Como es de suponerse, esa noche ambos no pudieron dormir, por lo que al día siguiente Abundio se levantó temprano y acudió al lugar donde se le había aparecido el misterioso charro. Buscó con cuidado, pero no halló nada que pudiera tomarse como indicio de su existencia. Por la noche don Abundio tuvo la necesidad de volver a pasar por el lugar, temeroso de encontrarse con el charro, pero ya no se le apareció esa noche ni otra más... ni hubo más apariciones.

OTRA VEZ EL CHARRO

Paso el tiempo y Abundio ya casi ni se acordaba del encuentro con aquel misterioso charro negro... Pero una noche, ya muy cerca de su casa, se topó de nuevo con el aparecido, quien con voz cavernosa le dijo que tomara la bolsa con el dinero. Como el hombre no la aceptó por temor a que fuera cosa del diablo, entonces el charro le dijo con voz aún más cavernosa: --“Me volverás a ver muy pronto”--. Don Abundio medio muerto de miedo, sin volver la cabeza, echó a correr y no paró hasta llegar adentro de su casa. Su mujer salió espantada y le gritó: “¡Abundio, mira, el charro se está asomando por la ventana... Anda, sal y orínate en cruz afuera de la puerta, dicen que así no puede pasar el maligno!”.

Abundio, tembloroso, salió de su casa y se orinó en cruz fuera de la puerta. En cuanto terminó de rociar el piso, el caballo relinchó en forma macabra, y jinete y animal a todo galope se perdieron en la oscuridad de la noche. Desde entonces ni Abundio ni su mujer han vuelto a ver al “charro negro”... Pero muchas otras personas de la región han contado la misma historia y aseguran que también lo han visto.

¿OTRO CHARRO NEGRO?... O EL MISMO PERO EN OTRO LADO

La leyenda del “charro negro” también se ha difundido por el estado de Puebla. Se dice que en un poblado cerca de Atlixco, los choferes ya no quieren llevar pasajeros después de la media noche porque en las calles o en la carretera, un tipo vestido de charro negro les hace la parada, se sube en el asiento trasero del taxi y después de avanzar durante algunos minutos sale del coche sin abrir la portezuela. ¡Y desaparece sin dejar rastro alguno!... A manera de despedida suelta una estruendosa y horripilante carcajada.

Algunos de estos taxistas afirman que al querer verlo por el espejo retrovisor, no se ve nada, como si el hombre fuese invisible, pero se percibe que sigue sentado ahí atrás. ¿Verdad, mentira, superchería?... ¿Será acaso exceso de imaginación?... Eso, como todas las leyendas, nadie lo puede asegurar... ¡Hasta que no lo vive!Y mientras tanto, ¡la leyenda continúa!

Cita con una chica muy especial

En Monterrey hay una casa muy vieja y ahí vivía una chava muy bonita, cabello castaño y chino, piel blanca… era un poco pálida. Un chavo era nuevo en la colonia y se enamoró de ella aunque ella no le tomaba importancia.

Ella siempre estaba encerrada en su casa. Un día el chavo le preguntó que si quería salir, ella no le contestó. El siguiente viernes le preguntó:
- ¿A dónde vas?
Ella no respondió y siguió caminando. Él la esperó frente a su casa, tardó mucho en llegar, y cuando ella llegó, llegó llorando. Él le preguntó:
- ¿Qué pasó? ¿Qué te hicieron? ¿Por qué lloras?

Ella fue lo abrazó llorando y le dijo que no podía verlo más, que ella lo quería, que no le quería decir por miedo a que él no la quisiera, y él le dijo que él la quería mucho. La chava sonrió y el chavo le preguntó que porqué ella no podía verlo más, y ella le dijo que la siguiera. Él la siguió al hospital y le dijo que preguntara por una chava que él no conocía, pero él preguntó por ella, fue al cuarto y vio a la misma persona quien estaba parada al lado de él. Ella le dijo que estaba en coma y por eso no lo podía verle más.

Él no huyó, se quedó y la acompañó pero ya era de noche y durmió sentado al lado de ella, tomándole la mano. El espíritu desapareció.
Al día siguiente en la mañana una enfermera los encontró a los dos muertos tomados de la mano.

varias leyendas

Muertos que regresan del más allá, fantasmas, apariciones diabólicas, castigos inexplicables y hechos sobrenaturales, muertos que resucitan, almas en pena y muchos hechos espantosos ocurrieron durante la época de la Colonia.
 Pasó el tiempo, y las gentes que por curiosidad leían o escuchaban los relatos espantables de los días en que nuestra Capital era la Capital de la Nueva España, dijeron que todo habían sido supercherías, invenciones de gentes oficiosas, de mentes predispuestas y lo que fueron ocurrencias, sucesos avalados por las autoridades de su tiempo, se convirtieron en sabrosos cuentos y leyendas.
 Hoy, ante la ocurrencia de nuevos y portentosos hechos similares a los ocurridos hace siglos, la ciencia moderna los ha aceptado y catalogado dentro de algo que llaman parasicología, telequinesia, paranormal e inexplicable, aceptando y ratificando estos sucesos que parecen no más que la repetición de aquello que se negaron a aceptar hace algunos años.
 Estos pues, son los relatos basados en investigaciones, en consultas de antiguos y carcomidos documentos que duermen el sueño del olvido en apolillados anaqueles de los archivos de Indias de Sevilla y en los oficiales del país. Quizás se les ha agregado un poco de fantasía, algo de sabor para evitar lo , lo macabro y amargo de un relato, pero sin desvirtuar ni menguar el meollo del asunto.
LEYENDA DEL CEIBO:
Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien  al rato,  fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en por la muerte del guardián, le impusieron como castigo  la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
Tomada de la narración oral.
LEYENDA GAUCHA
EL CHINGOLO
 Dicen que el chingolo, el pájaro que anda a saltitos, y silba al cantar, tiene su historia.
  ¿Sabéis cuál es? Hela aquí: Un viejo tropero decíale siempre a su hijo:
  -Hijo mío, has nacido gaucho como tu padre y tu . Debes ser también, como ellos, un buen tropero... Sí, tropero... que es oficio de gaucho guapo y de ley. De día, silbando, silbando, se lleva la tropa de aquí para allá; de noche, cantando y mirando hacia el , se cuida el ganado bajo las estrellas.
  Pero al hijo no le gustaba el trabajo, y menos aún el oficio que su padre le daba.
  Y el padre, empeñado en que su hijo fuera tropero como él, trataba de hacerlo entrar en razón con consejos unas veces, con castigos otras. Pero todo resultaba inútil: el hijo no cedía. No le gustaba la ocupación, y si alguna vez acompañaba a su padre, lo hacía con gran desgano y con mayor disgusto.
  Sucedió que una tarde, padre e hijo iban arreando una tropa y tuvieron que vadear un río de torrentosa corriente.
  Llegados a un paso muy hondo, los animales comenzaron a dispersarse. El viejo tropero ordenó a su hijo que impidiese el desbande.
  Tan mal cumplió el hijo la orden del padre, que éste decidió hacerlo por sí mismo. Internó su caballo en la hondura del río, y como allí había un remolino, la fuerza del agua lo arrastró bien pronto. No pudiendo nadar porque la resaca y la espuma lo envolvían, murió ahogado el viejo tropero.
  Lloró el hijo la muerte de su padre. Consideróse culpable de ella y comenzó a sentir un arrepentimiento profundo y un pesar muy grande.
  Queriendo tranquilizar su conciencia y pagar el mal que había hecho, decidió hacerse tropero. Así creía poder consolarse de la pena que lo embargaba.
  El muchacho se hizo tropero. Comenzó a encariñarse con el oficio; trabajaba en él con alegre afán.
  Silbaba de día mientras arreaba la tropa; o haciendo la ronda, cantaba de noche "mirando hacia el cielo".
  El silbido del tropero era más bien el suspiro de una alma que espera consuelo para su pesar.
  Pero el consuelo no llegó nunca; y la calma del joven tropero se convirtió en tormento.
  -¡Pobre padre! -pensaba- ¡No se cumplirán nunca sus deseos de hacer a su hijo un gaucho tropero!...
  Agobiado por el y el arrepentimiento, confióle al fin su tristeza a un amigo, diciéndole:
  -La pena me tortura y no puedo resistirla. Pronto he de morir. Cuando mis huesos queden libres, arrójalos uno a uno a los pasos o vados de los ríos y arroyos por donde he pasado cuando acompañaba a mi padre, con gran desprecio del trabajo y mala voluntad para cumplirlo.
  Prometióle el noble amigo satisfacer su pedido, y después de un

tiempo, así lo hizo.
  Dicen que el agua fue gastando poco a poco los huesos del tropero arrepentido, y que después de largos años, fueron esos huesos tomando la forma de huevos.
  Dicen también que de cada uno de esos huevos nació un pajarito.
  Ese pajarito es el chingolo. Anda a saltitos para recordarnos que aquel hijo que no amaba el trabajo y que desobedeció a su padre, no pudo llegar a ser feliz.
  Silba cuando canta, porque el tropero silba y canta de día y de noche azuzando la tropa en la soledad de los campos.

LA CRUZ DE LOS MILAGROS"
 Hay en la Iglesia del Milagro, en Corrientes, una rústica cruz que es venerada con el nombre de "Cruz de los Milagros". Una curiosa leyenda justifica ese nombre.
 Cuenta la tradición que los españoles, cuando fundaron San Juan de Vera de las Siete Corrientes, llamado hoy Corrientes, después de elegir el lugar y antes de levantar el fuerte, decidieron erigir una gran cruz, símbolo de su fe cristiana.
 La construyeron con una rama seca del bosque vecino, la plantaron luego, y a su alrededor edificaron el fuerte, con ramas y troncos de la selva.
 Construido el fuerte y encerrados en él, los españoles se defendían de los asaltos que, desde el día siguiente, les llevaban sin cesar las tribus de los guaraníes, a los cuales derrotaban diariamente, con tanta astucia como denuedo. Los indios, de un natural impresionable, atribuían sus desastres a la cruz, por lo que decidieron quemarla, para destruir su maleficio. Se retiraron a sus selvas, en espera de una ocasión favorable, la cual se les presentó un día en que los españoles, por exceso de confianza, dejaron el fuerte casi abandonado.
 La indiada, en gran número, rodeó la población, en tanto que huían los pocos españoles de la guardia, escondiéndose entre los matorrales.
 Con ramas de quebracho hicieron los indios una gran hoguera, al pie de la cruz que se levantaba en medio del fuerte. las llamas lamían la madera sin quemarla; un indio tomó una rama encendida y la acercó a los brazos del madero; entonces, en el cielo límpido, fue vista de pronto una nube, de la cual partió un rayo que dio muerte al salvaje.
  Cuando los otros guaraníes lo vieron caer fulminado a los pies de la cruz, huyeron despavoridos a sus selvas, convencidos de que el mismo cielo protegía a los hombres blancos. Los españoles, que escondidos entre la maleza presenciaban tan asombrosa escena, divulgaron luego este suceso, que no cayó, por cierto en el olvido. En la Iglesia del Milagro, en Corrientes, se encuentra hoy la Cruz de los Milagros: se la guarda en una caja de cristal de roca, donada por la colectividad española
CARONTE Y LA LAGUNA ESTIGIA Caronte es, en la mitología clásica, una de las divinidades del mundo subterráneo. Su misión era conducir la barca fúnebre que trasladaba a los difuntos desde el mundo de los vivos hasta el mundo de los muertos, a través de la Laguna Estigia.
En la cultura griega, cuando alguien moría, su alma era conducida por el Dios Mercurio hasta la Laguna Estigia. Allí debía aguardar la llegada de la barca de Caronte, que surcaba las aguas infernales. Era necesario pagar el pasaje al barquero, por ello existía la costumbre de colocar en la boca de los muertos una moneda. Una vez introducido en la barca , era el propio difunto quien remaba, nunca Caronte. La barca le trasladaba definitivamente al otro lado de la orilla, al mundo de los muertos, cuya entrada estaba custodiada por Cancerbero, el siniestro perro de tres cabezas, que se encargaba de que ningún vivo entrase en el infierno, e igualmente de que ningún muerto saliese de él.
Caronte suele ser representado como un feo anciano de barba gris, vestido de harapos y a veces con un sombrero redondo.
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          ATENEA-MINERVA
Diosa de la Sabiduría, patrocinadora de las artes manuales y protectora de los guerreros como Aquiles, Ulises, Jasón, y Hércules. Atenea es también la diosa de la guerra pero no encarna la violencia sino la lucha racional y justa que tiene como objetivo defender los ideales, divulgar la cultura y garantizar la paz y el orden.
Hija de Zeus y de Metis (la Prudencia). Según la mitología, cuando su madre estaba embarazada, un oráculo predijo que daría a luz a una niña y que si volvía a concebir, tendría un varón que destronaría a Zeus. Así es que el Dios de los Dioses decidió tragarse a Metis para impedir que volviera a quedar embarazada. A los pocos meses, Zeus sintió un terrible dolor de cabeza, para remediárselo Vulcano le abrió una brecha y de la cabeza del dios surgió Atenea, de ahí que sea la diosa de la sabiduría. Atenea nació ya adulta, vestida con una larga túnica, casco, escudo y lanza.
- Atenea y AracneUno de los principales mitos de esta diosa se refiere a su enfrentamiento con Aracne que se atrevió a desafiar a la diosa en una competición para ver quién de las dos tejía mejor.
Durante el reto, cada una tejía una metamorfosis: Atenea glorificaba a los dioses en sus bordados, mientras que Aracne los ridiculizaba y se reía de ellos, en especial de Zeus. Atenea se enfureció por la mala intención de Aracne contra los dioses y la golpeó con su lanza. Aracne asustada salió huyendo y se ahorcó pero, cuando aún está colgada, la diosa la transformó en araña y la condenó a pasar el resto de la eternidad tejiendo.
EL HOMBRE Y LA LUNA
Un hombre vio la luz de una estrella en el agua y creyó que era una trucha. Durante dos horas estuvo tratando de pescarla, pero cuando al fin vio que no era nada, la dejó. Y otra noche vio de verdad en el agua un pez, mas creyó que era el reflejo de la luna, como la otra vez le había ocurrido y se fue sin tratar de pescarlo, y lo perdió.
ALFONSO X. Calila y Digna.
La gallina y los huevos de oro
Tenía cierto hombre una gallina que cada día ponía un huevo de oro, y creyendo encontrar en las entrañas de la gallina una gran masa de oro, la mató; mas al abrirla vió que por dentro era igual a las demás gallinas; de modo que impaciente por conseguir de una vez gran cantidad de riqueza, se privó el mismo sin fruto de las abundantes que la gallina le daba.
Es conveniente estar contentos con lo que se tiene, y huir de la insaciable codicia.
DON JUAN MANUEL. EL CONDE LUCANOR.Cuento XXXVIII.
Lo que sucedió a un hombre que iba cargado de piedras preciosas y se ahogó en un río
Un día dijo el conde a Patronio que tenía muchas ganas de quedarse en un sitio en el que le habían de dar mucho dinero, lo que le suponía un beneficio grande, pero que tenía mucho miedo de que si se quedaba , correría en peligro su vida: por lo que le rogaba que le aconsejara que debía hacer.
-Señor conde-respondió Patronio-, para que hagáis lo que creo que os conviene más, me gustaría que supierais lo que sucedió a un hombre que llevaba encima grandes riquezas y cruzaba un río.
El conde preguntó que le había sucedido.
-Señor conde-dijo Patronio-, un hombre levaba a cuestas una gran cantidad de piedras preciosas; tantas eran que pesaban mucho. Sucedió que tenía que pasar un río y como llevaba una carga tan grande se hundía mucho más que si no la llevara; al llegar a la mitad del río se empezó a hundir aún más. Un hombre que estaba en la orilla le comenzó a dar voces y a decirle que si no soltaba aquella carga se ahogaría. Aquel majadero no se dió cuenta que, si se ahogaba, perdería sus riquezas junto con la vida, y, si las soltaba, perdería las riquezas pero no la vida. Por no perder las piedras preciosas que traía consigo no quiso soltarlas y murió en el río.
A vos, señor conde Lucanor, aunque no dudo que os vendría muy bien recibir el dinero y cualquier otra cosa que os quieran dar, os aconsejo que si hay peligro en quedaros allí no lo hagais por afán de riquezas. También os aconsejo que nunca aventureis vuetra vida sino en defensa de vuetra honra o por alguna cosa a que esteis obligado, pues el que poco se precia, y arriesga su vida por codicia o fribolidad es aquel que no aspira a hacer grandes cosas; Por el contrario, el que se precia mucho ha de obrar de modo que le precien también los otros, ya que el hombre no es preciado porque el se precie, sino por hacer obras que le ganen la estimación de los demás. Convenceos de que el hombre que vale precia mucho su vida y no la arriesga por codicia o pequeña ocasión; pero en lo que verdaderamente debe aventurarse nadie la arriesgara de tan buena gana ni tan pronto como el que mucho vale y se precia mucho.
Al conde gusto mucho la moraleja, obro según ella y le fue muy bien. Viendo don Juan que este cuento era bueno, lo hizo poner en este libro y escribió unos versos que dicen así:
A quien por codicia la vida aventura, la más de las veces el bien poco dura.
EL NAGUAL
Se cuenta que hace años existía un hombre que se aparecía por las noches con vertido en forma de animal, y tenia la costumbre de aparecerse por las noches, en las vías del tren, una vez paso un hombre que se le había echo tarde y tubo que pasas por las vías del tren el con miedo tuvo que pasar a toda velocidad mas sin embargo se le apareció ese ser en forma de burro, con la cara muy deforme , que hasta se quedo paralizado del terror, que no podía ni moverse, por esa razón los habitantes no pasaban por ahí en las noches, en otras ocasiones se aparecía en forma de guajolote.
Toda la población estaba aterrada y comentaban que ese ser era obra del demonio o que estaba embrujado y que tenia que hacer algo para que se alejara y fueron haber un sacerdote y les dijo que ese ser era un anual, que tenia contacto con el mal y que estaba castigado y por eso por las noche se convertía en diferentes animales.
LOS DUENDES
Hace años existía una casa que fue abandonada por sus dueños, se cuenta que fue abandonada por que en esa casa pasaban cosas raras como los habitantes se enteraron no se atrevían a sercarse a esa casa, por que se veían seres pequeños que les gustaba hacer bromas a todas la personas que se acercaran a esa casa, cuando alguien pasaba sercas de esa casa se Ion rechinar puertas y ventanas sin ningún motivos aparente, ya que no tenían luz se prendía y se apagaron las luces de esa casa.
Por lo que decían los vecinos que esa casa estaba embrujada, otros decían que alo mejor ahí mataron a unos niños y los enterraron ahí que era por eso que esos niños buscaban venganza para poder tener paz.
Mas sin embargo eso seres causa escalofríos y ausan miedo y terror a todas las personas que por desgracias los ven...
EL JINETE SIN CABEZA
Se dice que en un pueblo muy aislado de toda civilización se contaba la historia de un jinete que acostumbraba a ser su recorrido por las noches en un caballo muy hermoso, la gente muy extrañada se preguntaba que hombre tan raro por que hace eso, ya que no era muy usual que alguien saliera y menos por las noches, hacer esos recorridos.
Una de esa noches muy oscura y con fuerte relámpagos desapareció del lugar, sin dar señas de su desaparición, pasaron los años y la gente ya se habían olvidado de esa persona, y fue en una noche igual a la que desaprecio, se escucharon nuevamente la cabalgata de ese caballo, por la curiosidad muchas persona se asomaron, y vieron un jinete cabalgar por las calles, fue cuando un relámpago cayo e ilumino al jinete y lo que vieron fue que ese jinete no tenia cabeza la gente horrorizas se metieron a sus casas y no se explicaba lo que habían visto..