viernes, 19 de octubre de 2012

Por qué matan los asesinos seriales


Más allá de los motivos concretos de cada asesino están los motivos profundos que impulsan a obrar a todo asesino serial. “¿Por qué matan?” se constituye así en una pregunta que por mucho tiempo ha ocupado las mentes de los investigadores científicos, quienes en la actualidad piensan que la respuesta, más que en la sociedad y el medio, está en oscuras particularidades innatas.
La necesidad de poder y control es esencialmente lo que conduce el accionar de los psicópatas, quienes ven el mundo en términos de tomadores y dadores, justificándose siempre para ser tomadores…
Un investigador internacionalmente destacado en el tema de la psicopatía, el Dr. Robert Hare, cree que es poco probable que alguna vez se llegue a una teoría unificada sobre las causas de la violencia en general, sin embargo plantea que nos estamos acercando hacia una mayor comprensión de ciertos tipos de violencia depredadora atribuibles a los psicópatas. Las respuestas no estarían dentro de los factores sociológicos o de entorno sino más bien dentro del individuo.
Tal y como el asesino Berdella demostró, los psicópatas son arrogantes, narcisistas, superficiales, manipuladores y grandilocuentes. No tienen consideración alguna por el sufrimiento que pueden causar y en general no establecen fuertes vínculos emocionales con los otros. El trastorno de la psicopatía aparece en todas las culturas y se manifiesta tempranamente con desordenes de conducta, cruel indiferencia y desordenes de déficit de atención e hiperactividad. Aunque no todos los psicópatas violan la ley, muchos manifiestan comportamientos antisociales como manipular emocionalmente, agredir y ser crueles. La necesidad de poder y control es lo que conduce el accionar de los psicópatas, quienes son sujetos que ven el mundo en términos de dadores y tomadores, sintiéndose justificados de ser los tomadores. Su violencia, como una vez dijo el asesino serial Arthur Shawcross, es solo un negocio usual. En otras palabras, su agresión es instrumental, no reactiva, y está encaminada hacia alguna oscura ganancia.
En términos de tratamiento[1], Hare nota que los agresores sexuales que son psicopáticos presentan problemas especiales. Las agresiones de los agresores sexuales psicopáticos —dice Hare citando la literatura médica— serán probablemente más violentas y sádicas que las del resto de agresores sexuales.
Los psicópatas también reinciden más, diversifican sus crímenes, y fallan a la hora de aprender de los castigos. Al parecer sufren de cierta angustia personal, aparecen mal con sus actitudes y conducta, y buscan tratamiento solo cuando va con sus intereses.
Aparentemente fallan en procesar las emociones de la manera en que la gente normal lo hace, de forma tal que no tienen empatía. Por ende, en ellos son débiles las inhibiciones emocionales típicamente socializadas en relación a la agresión. Así, cuando a Bob Bardella se le preguntó sobre  su propósito luego del segundo asesinato, él dijo que no tenía un propósito, al menos no conscientemente. La primera vez era más que todo un asunto de no ser atrapado, así que…¿qué diferencia habría realmente si mataba de nuevo?.
La psicopatía se presenta en cualquier cultura y sociedad. Adriane Raine, investigador de la Universidad de Southern California, ha encontrado que en el cerebro del psicópata existen déficits a nivel del sistema límbico (el centro emocional) y del cortex prefrontal, gracias a los cuales el psicópata, entre otras cosas, sería impulsivo, carente de empatía y menos sensible a los estímulos negativos.
Adriane Raine, de la Universidad de Southern California, ha estado interesado por mucho tiempo en los correlatos neurológicos del comportamiento psicopático. Él ha encontrado déficits cerebrales en diversas áreas que parecen contribuir a la violencia, específicamente el sistema límbico (el centro emocional) y el cortex prefrontal. Dichos déficits harían a los psicópatas menos sensibles a la estimulación aversiva y menos capaces de tomar decisiones apropiadas en torno a la agresión hacia los demás, así como también harían que éstos sean impulsivos, arrojados y buscadores de actividades que comporten sensaciones fuertemente estimulantes. Consecuentemente los asesinos predadores serían sujetos carentes de afecto y mucho más propensos a atacar a extraños que la gente normal cuya violencia es más reactiva y emocional.
Al evaluar los procesos emocionales en el verdadero psicópata, Patrick Christopher hace eco de Raine y Hare cuando afirma que el comportamiento predatorio del psicópata está relacionado con una debilidad en el sistema defensivo del cerebro. Se cree pues que, tanto en el psicópata como en la persona normal, las emociones activan uno de los dos procesos básicos del cerebro, produciendo así la aversión-evasión o el deseo-aproximación. En el caso de los psicópatas, dice Patrick que el estímulo desagradable tiene que ser, para los mecanismos de acción defensiva, lo suficientemente fuerte como para activar un bloqueo o interrupción en el comportamiento de búsqueda de la meta.  En otras palabras, en ellos no hay ideas a largo plazo sobre el aprisionamiento que podría detenerlos ni el dolor o la angustia de sus víctimas: solo y únicamente los frena la posibilidad de un castigo inmediato[2]. Ellos tienen una meta definida y usarán la fuerza y la violencia para conseguirla a menos que esto pueda lastimarlos de alguna manera como, por ejemplo, en el caso de que tuviesen, para conseguir su meta, que intentar apuñalar a alguien mucho más fuerte y con la capacidad suficiente como para vencerlos o causarles daños de suma gravedad.
Todavía más profundo resulta el que los asesinos seriales utilizan la cadena de sus asesinatos como una forma de dar sentido y propósito a sus vidas. Candice Skrapec, de la Universidad Estatal de California en Fresno, ha tratado de comprender qué es lo que conduce a los asesinos seriales y ha encontrado necesidades humanas básicas, aunque exageradas[3]. A partir de entrevistas, ella ha descubierto que los asesinos seriales masculinos de tipo predador se sienten víctimas y, en consecuencia, su ira les lleva a devolver el golpe y a hacer pagar a otros[4]. En definitiva ellos se sienten libres de sus propios códigos morales y acreditados para hacer lo que están haciendo.
Complementariamente, los asesinos seriales alimentan sus ímpetus con las oscuras fantasías que les hacen sentirse más grandes de lo que en realidad son, siendo así fantasías que parecen completarlos. De ese modo, representando y fomentando esas oscuras fantasías ellos escapan de cuestionar su autoconcepto y de enfrentar con ello su imagen de impotencia, sintiéndose así especiales por hacer algo que pocas personas podrían hacer. Así, asesinar incrementa su sensación de vitalidad, lo cual produce una euforia que es seguida por una sensación de calma o alivio de la tensión. Por otro lado, el que los medios de comunicación den atención a sus asesinatos es algo que afirma y refuerza el sentimiento de poder que existe en ellos.
Ciertos estudios han mostrado que el asesinato reconstituye el sentido del yo fragmentado del asesino serial, transformándolo en un todo integrado. Complementariamente, los asesinos seriales experimentan el enojo como vacío (sensación de vacío existencial), por lo cual exteriorizan su agresividad para sentirse mejor e incluso para, a través de esas experiencias que viven al exteriorizar su enojo-agresividad, concebir una sensación de sentido y significado dentro de sus vidas…
Siguiendo con esto de la relación entre los asesinatos y la búsqueda de significado existencial, se tiene que, si bien la agresión no es difícil de sexualizar, aún así la depredación sexual no es el motivo original en los asesinos seriales. Y es que en ellos se expresa el asesinar como algo que envuelve algo más grande que la mera muerte: la necesidad de destruir por completo, necesidad ésta vinculada al limitado rango con que los asesinos evalúan la realidad, juzgando todo como blanco o negro y, a consecuencia de eso, actuando de forma tal que sus actos tienden a seguir la ley del “todo o nada”.
Por último, en los asesinos seriales el asesinato reconstituye un sentido del yo fragmentado, transformándolo en un todo integrado. Tal y como postuló Skrapec, al fin y al cabo lo que exteriormente parece un comportamiento ofensivo es, en realidad y en esencia, un comportamiento defensivo. En este marco, se tiene que los asesinos seriales experimentan el enojo como vacío (sensación de vacío existencial), por lo cual exteriorizan su agresividad para sentirse mejor e incluso para, a través de esas experiencias que viven al exteriorizar su enojo-agresividad, concebir una sensación de sentido y significado en sus vidas…
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NOTA: El artículo expuesto es el producto de la reescritura de un texto sacado de la sección Crime Library de trutv.com

[1] Tratamiento psiquiátrico y psicológico, o médico en términos generales
[2] Esto quiere decir que el psicópata no se detiene considerando daños posibles (para él) a mediano o largo plazo, sino únicamente a actual o corto plazo.
[3] En otras palabras, necesidades humanas básicas que, sin variar en su naturaleza, se presentan amplificadas e intensificadas a nivel del protagonismo que tienen en la vida del sujeto.
[4] Es pues en este afán revanchista donde opera el llamado mecanismo de desplazamiento, aunque evidentemente, en la cadena de asesinatos donde tantos inocentes pagan, puede terminar pagando quien realmente infringió el daño real o imaginario al asesino: así, como ejemplo de esto último está Edmund Kemper, quien asesinó a su madre ya que la odiaba pues ésta lo castigaba injustamente de pequeño.

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