viernes, 19 de octubre de 2012

Bob Berdella – El Carnicero de Kansas



Bob Berdella asesinó a seis hombres jóvenes, desmembrándolos en su bañera y guardando los pedazos en bolsas que acumulaba hasta la recogida de la basura durante los lunes por la mañana. Aparentemente siempre actuaba los fines de semana…

Los primeros años

Teniendo unos 16 años Berdella (arriba de joven ) entró a trabajar a un restaurante y allí fue abusado sexualmente por un compañero, este hecho habría de volverlo homosexual y alejarlo de la Iglesia Católica.
Robert (“Bob”) Berdella nació en el seno de una familia católica un 31 de enero de 1949 en Cuyahoga Falls, Ohio (Estados Unidos). Su único hermano fue Daniel, siete años menor que él.
El padre de Berdella murió a los 39 años de un paro cardíaco en 1955, cuando Bob era un muchacho tranquilo y distante de apenas dieciséis años. Entonces la madre de Bob se fue a vivir con otro hombre, cosa que su hijo Bob jamás aceptó. Así, en parte por eso último pero sobre todo por la muerte de su padre, Bob, que recién a los doce años había sido bautizado, decidió buscar consuelo y refugio en la Iglesia, donde, según diría él mismo más tarde, se despertó su interés por diversos grupos religiosos y ocultos.
También fue siendo adolescente cuando Bob entró a trabajar en un restaurante. Allí un compañero de trabajo abusó sexualmente de Bob, a causa de lo cual Bob se volvió homosexual y se alejó de la Iglesia. Paralelamente a esto Bob encontró su gran pasión por el Cine y la Fotografía, pasando así las tardes en soledad, metido dentro de algún cine por horas enteras.
Fue dentro de los cines donde Bob, según declaró muchos años después, vio una película que para él constituyó una revelación siniestra, una revelación que posteriormente habría de verse manifestada hasta cierto punto en sus crímenes. Se trataba en efecto de El Coleccionista, film donde se muestra a un tímido joven que colecciona mariposas, que un día ve a una chica que le encanta, la comienza a seguir y luego la secuestra y la encierra en un sótano hasta conseguir que ella ceda a sus deseos…

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Bob adulto antes de los asesinatos

Con 18 años, Bob ingresó al Instituto de Arte de Kansas en 1967. Nunca terminó la carrera. Una vez adentro, en lugar de dedicarse a estudiar se envició con el alcohol y las drogas hasta el punto de ser detenido por posesión de drogas y sentenciado a cinco años, mas la sentencia fue suspendida aunque poco después se lo arrestó por posesión de LSD y marihuana pero se lo liberó en cuestión de días.
Berdella había entrado a estudiar Arte pero se dedicó a drogarse siendo detenido más de una vez. Finalmente desertaría de los estudios y encontraría su vocación trabajando de cocinero, gracias a lo cual consiguió casa (arriba) en solo un año.
Todo parecía ir mal para el vicioso Bob hasta que en 1968 entró a trabajar de cocinero en un restaurante. Había encontrado su vocación. Así, en apenas un año logró comprar una casa en Charlotte Street y, entre 1970 y 1980, no solo que ayudó a formar una patrulla vecinal contra el crimen barrial sino que se convirtió en un chef de prestigio al que solicitaban importantes restaurantes y clubes.
Gracias a ese éxito como chef, Bob consiguió ahorrar suficiente dinero como para renunciar en 1981 e iniciar su propio negocio con un local de artículos etnográficos, antiguedades y objetos góticos. Dicho lugar se llamó el “Bob’s Bazaar Bizarre” y estaba situado en un mercado local.
Ya con 33 años Bob se hizo pareja de un veterano de la guerra de Vietnam, aunque la relación fue un desastre, quizá en parte por los conocidos problemas psicológicos que tienen los veteranos de guerra. Entonces, tras la ruptura Bob comenzó a frecuentar prostitutos hombres, involucrándose sentimentalmente con varios, llevándose algunos a vivir a su casa a cambio de compartir gastos, y hablándoles a casi todos sobre la necesidad de enderezar sus vidas y dejar de prostituirse.

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Todo empezó con la venganza

Hay asesinos en los que la violencia y el crimen van avanzando de manera gradual hasta llegar a su culminación en la figura del homicidio. Casos así son Garavito, el Monstruo de Los Andes, Daniel Camargo, Carl Panzram, etc…Sin embargo hay otros que han llevado toda la vida mostrándose como personas normales, como sujetos que encajan en la sociedad y que hasta a veces dan la impresión de ser buenos (como John Gacy el llamado “Candy Man”), sujetos que sorpresivamente, de un día para otro, revelan al monstruo que llevan dentro a causa de un siniestro impulso que de pronto los asalta o a causa de un suceso que de forma completamente explicable sirve como el detonante de toda la ira que llevan dentro de sí…El caso de Bob Berdella está dentro de los segundos, en la variante de aquellos en los que un suceso puntual desencadena la ira aunque, en su caso, es evidente que el despertar de la ira solo es relevante en tanto que conlleva el despertar de su personalidad sádica, la cual posteriormente actuará sin necesidad de la ira como factor motivacional.
Concretamente todo comenzó cuando Jerry Howell —amigo de Berdella desde años atrás— se negó a pagar una suma considerable de dinero que Berdella le había prestado hace ya cierto tiempo, ante lo cual éste último decidió tomar medidas maquiavélicas en el marco de las cuales la amistad de años con Howell no valía nada comparada al dinero y al castigo que supuestamente Howell debía recibir por su falta; ya que, en una mente marcada por el trastorno de personalidad sádica como la de Berdella, el castigo y la voluntad de control van de la mano y, en su oscura simbiosis, pueden producir al demonio de la tortura…
La primera víctima de Bob fue su amigo Jerry Howell (arriba, en ambas fotos), a quien drogó, ató, violó, torturó y desmembró por no pagarle una deuda. Su fin fue espantoso: Howell murió asfixiado por su propia sangre y el vómito que le vino debido al dolor que sintió cuando Bob empezó a cortarlo con sierra eléctrica.
Era pues un 4 de julio de 1984 cuando Bob, investido de falsa camaradería, pasó por la casa de Howell para llevárselo a charlar y tomar cervezas. Sin embargo, apenas consiguió llevarlo a su casa, le suministró a Howell varios calmantes sin que éste se fijara y después, cuando ya estaba inconsciente, lo sodomizó varias veces y, en un momento de arrebato, le introdujo un pepino en el ano, desgarrándoselo y ocasionándole con ello un desangre, tras lo cual lo ató y se fue a trabajar a su bazar.
De regreso le inyectó aún más medicamentos para que siguiera sedado y lo colgó del techo con la cabeza hacia el suelo, haciéndole heridas para que gotee sangre y empleando después su colección de cuchillos de cocinero para cortarlo en pedazos. No obstante los cuchillos solo lograron cortar hasta cierto punto, punto en el cual se pensaría que Howell ya estaba muerto pero no: estaba vivo, no había tenido la suerte de tener un paro cardíaco como consecuencia del dolor y seguía por tanto en las manos perversas de Berdella, quien al ver que sus cuchillos no cortaban fue por una sierra eléctrica.
Howell, devorado por el terror más vivo, habría querido creer que estaba en una pesadilla al estilo de Masacre en Texas pero no, él estaba en la realidad y lo más insólito era que aquello le estaba pasando por una simple deuda y que el monstruo que sonreía con la sierra en la mano era un hombre al que por años consideró su amigo.
La sierra se acercó a Howell con su ruido frenético y los huesos de Howell omitieron un sonido grotesco mientras éste, en lugar de desmayarse, comenzó a vomitar del dolor hasta que finalmente murió ahogado en una mezcla de sangre y vómito.
Una vez concluida la labor de cortar a Howell, Berdella empacó los restos de la víctima en negras bolsas de plástico, sacó las bolsas afuera y dejó que el camión recolector haga lo suyo llevándose al basurero los restos de Howell.

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El placer de la tortura

Tras el asesinato de Howell, Berdella vio el enorme goce que le ocasionaba torturar y, sabiendo que una vez dado el primer paso el límite psicológico estaba cruzado y podía seguir sin problema, decidió iniciar un diario en el que narraría todos sus crímenes, describiendo con lujo de detalle los métodos, las torturas empleadas y los asesinatos como tales. Pero he aquí que salió a flote su pasión por el Cine y la Fotografía, por lo cual pensó que sería una idea genial acompañar la bitácora escrita con videocasetes y fotografías de su cámara Polaroid. Para él no había consideración alguna hacia el dolor ajeno, era un verdadero psicópata y todo lo que importaba era el placer de la tortura y el deleite estético de contribuir al gore y al snuff[1] con “joyas” de su autoría…
Por eso no dilató demasiado el proyecto y eligió a Robert Sheldon como segunda víctima. Sheldon, como era ex amante de Berdella y había estado varias veces en su casa, fue sin mayor problema a casa de éste un 10 de abril de 1985. Una vez ahí, Berdella lo drogó y, mientras Sheldon yacía inconsciente, lo ató y esperó a que despertara.
La segunda víctima de Bob fue su ex amante Robert Sheldon (arriba en ambas fotos), a quien violó repetidamente y, entre otras torturas, le inyectó Drano (líquido destapa caños) en los ojos, le arrancó trocitos de carne y le destrozó las manos a golpes con una barra de hierro. 
Ya despierto Sheldon, Berdella quiso probar una de las múltiples ideas de tortura que tenía en mente, por lo que tomó una jeringa, la llenó con un líquido destapa-caños llamado Drano, e inyectó el líquido en los ojos de Sheldon, dándoles así un aspecto macabro al estilo de las portadas de depressive black metal. Tras eso le molió las manos a golpes con una barra de hierro, dejándoselas como horrendos amasijos inoperantes de carne y hueso.
Cuatro fueron los días en que Berdella se entretuvo golpeándolo, inyectándole sustancias, cortándole trocitos del cuerpo y violándolo una y otra vez. Y habría sufrido más, si no fuera porque un amigo de Berdella vino de visita y el torturador, para evitarse problemas por los posibles gritos o lamentos de Sheldon, le puso una funda en la cabeza, cerró la puerta y lo dejó morir asfixiado.
Bob eligió a su amigo Mark Wallace (arriba) como tercera víctima. Con Mark quería probar torturas eléctricas, pero sin querer lo mató rápido al calcular mal el voltaje.
Después que el visitante se marchó, Berdella repitió el mismo procedimiento de la primera víctima y fue por su sierra eléctrica, lo cortó en pedazos y lo metió en bolsas de basura, conservando únicamente la cabeza y enterrándola en el patio.
La tercera víctima de Berdella fue nuevamente alguien allegado: su amigo Mark Wallace. A Wallace, al igual que a los anteriores, lo llevó a su casa, lo drogó y lo ató. Grande fue la suerte de Wallace al morir rápido debido a un error de Berdella, ya que éste quería probar torturas con descargas eléctricas y calculó mal el voltaje, matando así a su víctima y a su posible “entretenimiento”. Como siempre, tras acabar lo cortó en pedazos y metió los pedazos en fundas para que se las lleve el camión de la basura.
James Ferris, también amigo de Berdella, fue la cuarta víctima. Nunca debió pensar en pedirle a Berdella que lo aloje en su casa. Sin embargo tuvo aún más suerte que Wallace, ya que Berdella, quizá por costos, empleó una droga de uso veterinario para dormirlo y, en vez de darle un sueño temporal, le dio un sueño eterno…Cuenta Berdella que ésta experiencia lo frustró muchísimo, ya que la víctima no solo que se libró de toda tortura sino que murió sin dolor alguno. En cuanto al cadáver, nuevamente la elección fue cortarlo y mandarlo a la basura.
Todd Stoops (arriba), otro amigo de Berdella, fue su cuarta víctima. Por su fortaleza física Todd resistió varias semanas, en las cuales Berdella lo violó repetidas veces, le inyectó Drano en los ojos y en la garganta y hasta le metió el puño en el ano, desgarrándoselo y causándole abundante sangrado…
Todd Stoops, pese a su amistad con Berdella, fue a la Policía y les contó a los agentes que, algunos de los hombres que se habían reportado como desaparecidos, habían pasado con el dueño del Bazar Bizarro de Bob. Por el momento la Policía no hizo nada, en parte porque quedaba claro que Todd simplemente tenía sospechas y no estaba seguro de que Bob fuera un asesino.
Lo racional hubiese sido que Todd, sospechando de su amigo Berdella, no pusiera un solo pie en casa de éste, pero quizás por la autoconfianza que le daba ser un hombre físicamente fuerte, o quizás simplemente por falta de agudeza, Todd visitó a Berdella, quien echó al suelo toda la fuerza de Todd con una de sus inyecciones somníferas.
Ahora que Todd estaba bien atado, Berdella sí que podía entretenerse libremente y esta vez no arruinaría todo con experimentos arriesgados. Empezó así con el estilo clásico, desnudándolo y violándolo, culminando las violaciones no ya con un pepino (como con su primera víctima) sino con su propio puño, el cual introdujo con brutalidad por el ano de Todd, desgarrándoselo de una forma tan salvaje que la sangre brotó a borbotones…
Y mientras Todd gritaba Berdella le inyectaba Drano en los ojos y en las cuerdas vocales, y lo filmaba y fotografiaba, reduciendo así sus gritos y lamentos a meros contenidos de su macabra colección audiovisual.
Ninguna víctima resistió más que Todd, ninguna víctima sufrió más que Todd. Fueron semanas, varias semanas infernales en que la fiebre lo acompañó mientras las torturas y las violaciones fueron su pan de cada día hasta que a comienzos de julio de 1986 la luz de la muerte lo salvó de una vida que no podía ofrecerle más que oscuridad. Ya muerto, Todd fue cortado en pedazos y entregado al basurero.
La quinta víctima de Bob fue el prostituto gay Larry Pearson (arriba), quien primero intentó disfrutar de las torturas (cosa que a Bob le gustó mucho); pero al final, cuando se cansó e intentó rebelarse, causó la ira de Bob, quien estando fuera de sí lo asesinó con una larga lluvia de puñetazos…
Después de Todd, Berdella decidió variar el menú y ya no eligió a otro amigo sino a un joven prostituto: Larry Pearson, a quien Berdella convenció para que fuera a su casa, donde lo drogó, lo ató, lo violó y torturó. Al inicio Pearson, un tanto acostumbrado al masoquismo por su profesión, intentó ahorrarse sufrimiento y disfrutar (era homosexual) en lo posible de las sádicas excentricidades de Berdella, quien estaba feliz de que Pearson encontrase algo de placer en medio del tormento. Pero el dolor predominaba por mucho sobre el placer y, al cabo de seis semanas, Pearson no aguantó más e intentó revelarse. Furioso, Berdella le dio puñetazos sin parar, hasta matarlo. Posteriormente cortó el cuerpo y dejó que el camión de la basura se encargara, aunque esta vez guardó la cabeza de la víctima en el congelador, tras lo cual desenterró la cabeza de Sheldon y puso la de Pearson en su lugar, guardando a la cabeza de Sheldon en su closet.

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Escapando del terror

La última víctima de Berdella no fue ni un prostituto ni un amigo de Berdella: fue Chris Bryson, un chico al cual, tras invitar a una fiesta, Berdella subió en su coche, bebió cervezas con él y finalmente lo llevó a su casa.
Al ingresar en casa de Berdella, Bryson vio desperdicios y deshechos por doquier. Sintió entonces como un olor nauseabundo penetraba en sus fosas nasales. Era un olor a excremento y a orina de perro, y a algo más…
Tratando de relajar al muchacho, Berdella comenzó a hablarle de que había estudiado Arte y lo llevó al segundo piso para supuestamente mostrarle su colección de piezas artísticas. No bien hubo subido Bryson cuando Berdella le dio un golpe brutal en la cabeza y, sin darle tiempo de reaccionar, le clavó una inyección somnífera.
Chris Bryson (arriba) fue la última víctima de Berdella. Su caso fue especial porque él, gracias a su inteligente actitud de docilidad, consiguió que Berdella le ate las manos por delante y no a los barrotes de la cama, gracias a lo cual, cuando Berdella se fue, Chris pudo desatarse y saltar (esto lo lesionó) por una ventana del segundo piso para finalmente acudir a un vecino y llamar a la Policía.
Cuando Bryson despertó vio que estaba desnudo y fuertemente atado a los barrotes de una cama. Junto a él estaba Berdella con una sonrisa diabólica y un objeto que bien podría simbolizar el rol que le tocaría vivir: un collar de perro…
Una vez puesto el collar en el cuello de Bryson, Berdella le metió un trapo en la boca y fue por sus implementos de director de cine y fotógrafo. Consternado y aterrado, Bryson vio a Berdella colocando la filmadora en la posición adecuada, tras lo cual se volvió hacia él mientras el frío ojito de vidrio seguía mirándolos a ambos, registrando cada acción de la escena…
Durante toda la larga noche Berdella torturó, violó y golpeó a Bryson, levantándose de cuando en cuando para tomar fotos con su cámara Polaroid, cambiar la posición de la filmadora y, sobre todo, anotar en su diario cada cosa de la que Bryson era víctima.
Según se sabe, al comienzo Bryson gritaba como loco, pero Berdella le inyectó Drano en la garganta y lo amenazó con que perdería la voz si seguía gritando.
Ya en la mañana el torturador abrió la puerta y le aplicó alcohol en los ojos, se sentó encima de él y después tomó una barra metálica y empezó a golpearlo en las manos y en las rodillas. No contento con eso, fue por sus pinzas eléctricas y se las colocó en el muslo derecho y en el escroto, aplicándole una tras otra descarga mientras lo fotografiaba con la Polaroid, riéndose…
Para prevenir actitudes rebeldes, Berdella le mostró las fotos de las otras víctimas, fotos en las que aparecían hombres torturados, destrozados, sometidos a horrores que hacían deseable la muerte. Le dijo que si cooperaba le perdonaría la vida, por lo que debía mostrar la actitud propia de un esclavo sexual.
Bryson no podía saber si Berdella decía o no la verdad, pero era claro que si no cooperaba la muerte sería prácticamente segura y el sufrimiento mucho mayor, de modo que intentó seguir el consejo de Berdella durante cuatro días sembrados de torturas y violaciones.
Afortunadamente sus esperanzas no fueron frustradas y, tras esos cuatro días, Berdella le desató las manos de los barrotes de la cama y se las ató por encima, le dio un cigarrillo y, antes de salir de la habitación, le dejó el control remoto entre las rodillas y la televisión encendida.
Pasados unos minutos, el problema era que Bryson no sabía si Berdella se había ido o no de casa, por lo que bajó el volumen del televisor para intentar responder a su pregunta. Al parecer Berdella sí se había marchado, de modo que Bryson tenía la oportunidad de intentar un escape.
Con cierta habilidad Bryson consiguió zafarse y, con las cuerdas colgando, miró a la ventana y se percató de que la única forma segura de escape era romper el vidrio de la ventana y saltar a la calle desde el segundo piso en que se encontraba. Entonces reunió valor, saltó y se lesionó un pie al caer.
El dolor de la caída era muy grande pero Berdella podía aparecer en cualquier momento. Consciente de eso, Bryson ignoró su dolor y corrió hacia la casa más cercana. Para suerte suya el dueño de casa estaba presente y, aunque no le permitió entrar porque estaba desnudo, sí le hizo el favor de llamar a la Policía.
Los policías llegaron con rapidez a la escena y le colocaron una manta a Bryson, quien yacía desnudo sobre el porche del vecino, con un collar de perro en el cuello, con los ojos rojos e hinchados y con marcas en las muñecas, los tobillos y otras partes.
Tras oír la terrible historia de Bryson, los agentes no sabían si decía la verdad o si simplemente se trataba de una pelea entre dos amantes homosexuales. Por ello resolvieron esperar a que Berdella volviese para interrogarlo.
Al aparecer Berdella, la Policía lo arrestó por sospechoso de asalto sexual y le pidió que firmara una autorización de ingreso a su domicilio.

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La casa del horror

A pesar de que Berdella no firmó la autorización de ingreso a su domicilio, la Policía consiguió una orden y entró a la casa del torturador.
Cuando los policías (arriba, en el jardín de Bob) ingresaron a la casa de Bob, encontraron videocasets y fotos de las víctimas siendo torturadas, así como también una bitácora de sus crímenes, drogas, gotas para ojos, pinzas eléctricas y otros elementos de tortura, dos cráneos y varios restos humanos.
Cuando los agentes abrieron la puerta se toparon con basura, excremento y orine seco de los tres chow chow (a los cuales tuvieron que asegurar) de Berdella y un cuarto cerrado en el segundo piso. Allí, en el cuarto cerrado, yacían revistas porno y pedazos de cuerdas en el suelo, y había un televisor y una cama junto a la cual había un dispositivo eléctrico con cables y una mesita con inyecciones, drogas y distintos frascos con gotas para los ojos.
En otra habitación fue que los policías encontraron la colección del horror: un par de cráneos, dientes guardados en un sobre, una columna vertebral humana; una sierra con restos de cabello, sangre seca y hueso; libros y máscaras propias del mundo de la magia negra; videocasetes de los asesinatos y torturas, fotos de las víctimas[2] (incluyendo a Bryson) y una bitácora (diario) de crímenes. Los hallazgos siniestros también estaban en el jardín, donde se encontró otro cráneo, pedazos de vertebra y piel humana; además, la aplicación de Luminol (sustancia usada para revelar sangre seca) reveló enormes cantidades de sangre en cubetas, recipientes, otros objetos y varias partes de la casa.

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Juicio y fin prematuro

Arriba vemos el cráneo de Robert Sheldon, usado para incriminar a Berdella, quien finalmente obtuvo una cadena perpetua (y no la pena de muerte) a cambio de confesar todos sus crímenes.
En la Universidad de Kansas los investigadores determinaron que uno de los cráneos hallados en la casa de Berdella pertenecía a Larry Pearson, gracias a lo cual se lo pudo acusar de homicidio. Berdella aceptó haber matado a Pearson y posteriormente se probó que también Sheldon había sido víctima suya. Nunca encontraron los restos de las víctimas que empaquetó en fundas de basura.
En todo caso, ante los hechos descubiertos el fiscal quería la pena de muerte, pero la defensa contribuyó para que, a cambio de una confesión completa de todos los crímenes, se le diera solamente una cadena perpetua. El trato fue aceptado y el 13 de diciembre Berdella inició un relato que le tardaría tres días y tendría más de setecientas páginas…
Después del corto juicio que tuvo, Berdella comenzó a cumplir su condena siendo para aquel entonces un asesino que los medios de comunicación habían hecho famoso. Así, queriendo aprovechar esta atención pública Berdella se quejó de que había muchas cucarachas en su celda. Lejos de despertar compasión, un popular disc jockey local instó a su audiencia a enviar muchas más cucarachas a la celda de Berdella, quien se seguía quejando ante los reporteros de los tratos en prisión e incluso había tenido el descaro de decir que era una buena persona, queriendo probar aquello a través de la construcción de un fondo para las familias de las víctimas hecho a base de la venta de sus bienes, gracias a los cuales se consiguió 50.000 dólares que, por parte de los familiares de las víctimas, fueron tomados como una burla insultante.
Berdella solo pudo cumplir cuatro años de su cadena perpetua debido a un paro cardíaco que lo mató el 8 de octubre de 1992 cuando tenía 43 años.
Las últimas quejas de Bob fueron que los guardias de prisión no le daban sus medicamentos para problemas cardíacos. Consecuentemente Berdella apenas cumplió cuatro años de su cadena perpetua porque, a sus 43 años, murió por paro cardíaco un 8 de octubre de 1992.

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