Más allá de los motivos concretos de cada asesino están los motivos profundos que impulsan a obrar a todo asesino serial. “¿Por qué matan?” se constituye así en una pregunta que por mucho tiempo ha ocupado las mentes de los investigadores científicos, quienes en la actualidad piensan que la respuesta, más que en la sociedad y el medio, está en oscuras particularidades innatas.
Un investigador internacionalmente
destacado en el tema de la psicopatía, el Dr. Robert Hare, cree que es
poco probable que alguna vez se llegue a una teoría unificada sobre las
causas de la violencia en general, sin embargo plantea que nos estamos
acercando hacia una mayor comprensión de ciertos tipos de violencia
depredadora atribuibles a los psicópatas. Las respuestas no estarían
dentro de los factores sociológicos o de entorno sino más bien dentro
del individuo.
Tal y como el asesino Berdella demostró,
los psicópatas son arrogantes, narcisistas, superficiales,
manipuladores y grandilocuentes. No tienen consideración alguna por el
sufrimiento que pueden causar y en general no establecen fuertes
vínculos emocionales con los otros. El trastorno de la psicopatía
aparece en todas las culturas y se manifiesta tempranamente con
desordenes de conducta, cruel indiferencia y desordenes de déficit de
atención e hiperactividad. Aunque no todos los psicópatas violan la ley,
muchos manifiestan comportamientos antisociales como manipular
emocionalmente, agredir y ser crueles. La necesidad de poder y control
es lo que conduce el accionar de los psicópatas, quienes son sujetos que
ven el mundo en términos de dadores y tomadores, sintiéndose
justificados de ser los tomadores. Su violencia, como una vez dijo el
asesino serial Arthur Shawcross, es solo un negocio usual. En otras
palabras, su agresión es instrumental, no reactiva, y está encaminada
hacia alguna oscura ganancia.
En términos de tratamiento[1],
Hare nota que los agresores sexuales que son psicopáticos presentan
problemas especiales. Las agresiones de los agresores sexuales
psicopáticos —dice Hare citando la literatura médica— serán
probablemente más violentas y sádicas que las del resto de agresores
sexuales.
Los psicópatas también reinciden más,
diversifican sus crímenes, y fallan a la hora de aprender de los
castigos. Al parecer sufren de cierta angustia personal, aparecen mal
con sus actitudes y conducta, y buscan tratamiento solo cuando va con
sus intereses.
Aparentemente fallan en procesar las
emociones de la manera en que la gente normal lo hace, de forma tal que
no tienen empatía. Por ende, en ellos son débiles las inhibiciones
emocionales típicamente socializadas en relación a la agresión. Así,
cuando a Bob Bardella se le preguntó sobre su propósito luego del
segundo asesinato, él dijo que no tenía un propósito, al menos no
conscientemente. La primera vez era más que todo un asunto de no ser
atrapado, así que…¿qué diferencia habría realmente si mataba de nuevo?.
Adriane Raine, de la Universidad de
Southern California, ha estado interesado por mucho tiempo en los
correlatos neurológicos del comportamiento psicopático. Él ha encontrado
déficits cerebrales en diversas áreas que parecen contribuir a la
violencia, específicamente el sistema límbico (el centro emocional) y el
cortex prefrontal. Dichos déficits harían a los psicópatas menos
sensibles a la estimulación aversiva y menos capaces de tomar decisiones
apropiadas en torno a la agresión hacia los demás, así como también
harían que éstos sean impulsivos, arrojados y buscadores de actividades
que comporten sensaciones fuertemente estimulantes. Consecuentemente los
asesinos predadores serían sujetos carentes de afecto y mucho más
propensos a atacar a extraños que la gente normal cuya violencia es más
reactiva y emocional.
Al evaluar los procesos emocionales en
el verdadero psicópata, Patrick Christopher hace eco de Raine y Hare
cuando afirma que el comportamiento predatorio del psicópata está
relacionado con una debilidad en el sistema defensivo del cerebro. Se
cree pues que, tanto en el psicópata como en la persona normal, las
emociones activan uno de los dos procesos básicos del cerebro,
produciendo así la aversión-evasión o el deseo-aproximación. En el caso
de los psicópatas, dice Patrick que el estímulo desagradable tiene que
ser, para los mecanismos de acción defensiva, lo suficientemente fuerte
como para activar un bloqueo o interrupción en el comportamiento de
búsqueda de la meta. En otras palabras, en ellos no hay ideas a largo
plazo sobre el aprisionamiento que podría detenerlos ni el dolor o la
angustia de sus víctimas: solo y únicamente los frena la posibilidad de
un castigo inmediato[2].
Ellos tienen una meta definida y usarán la fuerza y la violencia para
conseguirla a menos que esto pueda lastimarlos de alguna manera como,
por ejemplo, en el caso de que tuviesen, para conseguir su meta, que
intentar apuñalar a alguien mucho más fuerte y con la capacidad
suficiente como para vencerlos o causarles daños de suma gravedad.
Todavía más profundo resulta el que los
asesinos seriales utilizan la cadena de sus asesinatos como una forma de
dar sentido y propósito a sus vidas. Candice Skrapec, de la Universidad
Estatal de California en Fresno, ha tratado de comprender qué es lo que
conduce a los asesinos seriales y ha encontrado necesidades humanas
básicas, aunque exageradas[3].
A partir de entrevistas, ella ha descubierto que los asesinos seriales
masculinos de tipo predador se sienten víctimas y, en consecuencia, su
ira les lleva a devolver el golpe y a hacer pagar a otros[4]. En definitiva ellos se sienten libres de sus propios códigos morales y acreditados para hacer lo que están haciendo.
Complementariamente, los asesinos
seriales alimentan sus ímpetus con las oscuras fantasías que les hacen
sentirse más grandes de lo que en realidad son, siendo así fantasías que
parecen completarlos. De ese modo, representando y fomentando esas
oscuras fantasías ellos escapan de cuestionar su autoconcepto y de
enfrentar con ello su imagen de impotencia, sintiéndose así especiales
por hacer algo que pocas personas podrían hacer. Así, asesinar
incrementa su sensación de vitalidad, lo cual produce una euforia que es
seguida por una sensación de calma o alivio de la tensión. Por otro
lado, el que los medios de comunicación den atención a sus asesinatos es
algo que afirma y refuerza el sentimiento de poder que existe en ellos.
Siguiendo con esto de la relación entre
los asesinatos y la búsqueda de significado existencial, se tiene que,
si bien la agresión no es difícil de sexualizar, aún así la depredación
sexual no es el motivo original en los asesinos seriales. Y es que en
ellos se expresa el asesinar como algo que envuelve algo más grande que
la mera muerte: la necesidad de destruir por completo, necesidad ésta
vinculada al limitado rango con que los asesinos evalúan la realidad,
juzgando todo como blanco o negro y, a consecuencia de eso, actuando de
forma tal que sus actos tienden a seguir la ley del “todo o nada”.
Por último, en los asesinos seriales el
asesinato reconstituye un sentido del yo fragmentado, transformándolo en
un todo integrado. Tal y como postuló Skrapec, al fin y al cabo lo que
exteriormente parece un comportamiento ofensivo es, en realidad y en
esencia, un comportamiento defensivo. En este marco, se tiene que los
asesinos seriales experimentan el enojo como vacío (sensación de vacío
existencial), por lo cual exteriorizan su agresividad para sentirse
mejor e incluso para, a través de esas experiencias que viven al
exteriorizar su enojo-agresividad, concebir una sensación de sentido y
significado en sus vidas…
.
.
NOTA: El artículo expuesto es el producto de la reescritura de un texto sacado de la sección Crime Library de trutv.com
[1] Tratamiento psiquiátrico y psicológico, o médico en términos generales
[2]
Esto quiere decir que el psicópata no se detiene considerando daños
posibles (para él) a mediano o largo plazo, sino únicamente a actual o
corto plazo.
[3]
En otras palabras, necesidades humanas básicas que, sin variar en su
naturaleza, se presentan amplificadas e intensificadas a nivel del
protagonismo que tienen en la vida del sujeto.
[4]
Es pues en este afán revanchista donde opera el llamado mecanismo de
desplazamiento, aunque evidentemente, en la cadena de asesinatos donde
tantos inocentes pagan, puede terminar pagando quien realmente infringió
el daño real o imaginario al asesino: así, como ejemplo de esto último
está Edmund Kemper, quien asesinó a su madre ya que la odiaba pues ésta
lo castigaba injustamente de pequeño.
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