Historia vaga con romántica y bella leyenda de amores
entre la nobleza visigoda de Toledo, en los inicios del ya muy lejano
siglo VIII, y aventuras de guerreros mercenarios extremeños de la época
de Hernán Cortés, a finales del siglo XV, en marcan a la pequeña imagen
de la Virgen de los Remedios y el diminuto "niño" que sobre su pecho
alberga.
Tratare de Ubicar primeramente, en el tiempo y el
espacio, a la imagen que al pasar de los siglos sería conocida como
Virgen de los Remedios, y para ello, recordemos previamente que los
visigodos dominaron a España del 412 al 711 de nuestra era y que allá
por el año 700, la nieta del entonces ya fallecido Rey Chindavisto,
llamada doña Luz, y a quien la crónica de la época pinta como a una
hermosa mujer, era objeto de tenaz persecución amorosa por parte del Rey
Witiza, monarca en turno de la imperial Toledo.
No obstante que el rey no dejaba ni a sol de
campo ni a sombra de castillo a doña Luz, ésta se unió secretamente con
don Favila, duque de Cantabria, de quien, secretamente también, tuvo un
niño (éste sería, con los años, don Pelayo, Libertador de España).
Antes. de que el ya receloso monarca lograra
descubrir la prueba del "pecado", doña Luz hizo subrepticiamente sacarlo
del castillo y, en una muy superada versión de la leyenda del patriarca
Moisés, el infante, acompañado por una pequeña Virgen María y su niño,
fue cuidadosamente acomodado en una arca que una camarera de doña Luz
depositó sobre las aguas del río Tajo, allá en Toledo.
Después de un recorrido de casi 40 leguas -según
leyenda- ,la arca, sobre el mismo río Tajo, fue vista y resaltada en un
sitio aledaño a la Villa de Alcántara (Extremadura) por el noble don
Garfres, quien ahí se hallaba ejercitándose en la cacería.
Aquel caballero descubrió también, al lado del
infante, unas joyas y una casa del origen noble del niño, sin dar
ninguna noticia de quiénes eran sus progenitores.
Don Gafres condujo y adoptó en su castillo al.
Niño, ya la Virgen la entregó a la iglesia de Santiago, ya desaparecida,
de la Villa de Alcántara.
Casi ocho siglos después, ya por algún extraño
privilegio, o tal vez por un acto de compraventa, el cura de aquella
iglesia entregó la Virgen a un soldado extremeño que habría de partir a
la guerra de Italia.
Cuando este soldado regresó de su aventura, a su
villa natal, y supo que su hermano Juan Rodríguez de Villafuerte se
enlistaría entre los hombres de Cortés para venir a "la conquista de las
Indias", aquí al Nuevo Mundo, le aconsejó a éste traer consigo aquella
Virgen, diciéndole que a él le había no solamente dado fortuna, sino
también la había remediado sus heridas. .. De ahí, posiblemente, el
nombre de Virgen de los remedios.
Andando el tiempo, y ya en la Gran Tenochtitlán,
luego de que Cortés mandó retirar del Templo Mayor a los dioses aztecas,
Rodríguez de Villafuerte colocó en él lugar de huitzilopochtli a la
virgen española, sitio del que la rescató antes de huir con sus
compañeros en la memorable noche (la Noche Triste) del 30 de junio de
1520, ocasión en la que -según los cronistas- Rodríguez de villafuerte
prefirió cargar con su Virgen que con el oro que codiciosamente, a pesar
de su gravísima situación, los otros apañaban, y que, en gran medida,
fue lo que, por el sobrepeso, les costó la vida.
Horas después del desastre, cuando Cortés llegó y
derramó lágrimas en el sabino de San Juan, a un lado del Cerro de los
Remedios, en Naucalpan, Rodríguez de Villafuerte ocultó su virgen en la
oquedad de un maguey que le pareció a propósito en la cima de aquel
cerro, llamado entonces de Otomcopolco ("lugar de otomíes").
La imagen no fue localizada sino 20 años después
por el cacique otomí Ce cuauhtli, bautizado luego como Juan del Aguila
Tovar, quien la llevó a su casa; pero como la imagen volviera -según la
leyenda- una y otra vez al sitio en que el cacique la encontró, fue ahí
donde los religiosos de Tacuba decidieron erigirle una iglesia, en la
inteligencia de que la actual no tiene ya nada de aquélla.
Al principio, el templo fue una humildísima
ermita que, con el tiempo, decayó en un estado verdaderamente
deplorable, por lo que el regidor y obrero mayor de la Ciudad de México,
García de Albornoz, influyó para que el Cabildo se interesara en la
construcción de un santuario en sustitución de la casi destruida ermita.
Tanto el virrey Martín Enríquez, como el
arzobispo de México, Pedro Moya Contreras, coincidieron favorablemente a
la realización del proyecto. El primero lo costeó, y el segundo se
mostró satisfecho de poder bendecir la obra cuando ésta fuera terminada.
De acuerdo todos, el santuario fue comenzado en
1574 y concluido a finales de agosto de 1575. Los primeros patronos del
santuario fueron el Cabildo y el Regimiento de la Ciudad de México,
habiéndose designado vicario al licenciado Felipe de Peñafiel.
Más de medio siglo después, el 25 de marzo de
1629, se inició la construcción de las torres con su cúpula y crucero,
con aplicación de bellos adornos de yeso. Antes de las muchas
transformaciones de que fue objeto, el santuario tuvo una casa principal
para dar alojamiento a Pobres y a peregrinos; y aposentos para
virreyes, arzobispos, oidores, inquisidores, personas principales y
convidados especiales.
El santuario es visitado por muchos miles de
personas no sólo de nuestra región, sino de diferentes regiones del país
y por turistas extranjeros.
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