(Leyenda de la ciudad de México)
Érase un
fraile, cuyo nombre está olvidado, que diariamente hacía viajes de
México a Tacubaya, posiblemente a la sede del arzobispado que estaba
situada en lo alto de esta población. Antes de emprender la subida, que
por la edad del caminante era en verdad fatigosa, solía descansar unos
minutos para luego reanudar su camino. Un día de tantos, después de
atravesar por la hacienda de los condes de Miravalle, que era parte de
su acostumbrado trayecto, al caer la tarde fue sorprendido por un
aguacero torrencial. Leyenda de Magali López.
Dado que las casas
de los barrios de Santiago y San Miguel estaban retiradas, tuvo que
conformarse con el relativo albergue de las ramas de un frondoso árbol,
bajo las cuales se detuvo a esperar que amainara la lluvia, pero en vez
de disminuir, a cada momento seguía con más fuerza, acompañada de
relámpagos y truenos que se oían caer en lugares cercanos, con desatada
furia. Como el lugar estaba situado en la bajada de la pendiente llegó
una corriente de agua a tal grado abundante que era imposible transitar
en ella. Puesto que la lluvia parecía interminable y se aproximaba la
noche, el fraile, lleno de pavor, imploró al cielo porque le sacara con
bien de ese lugar. Leyenda encontrada en un blog de Homero Adame.
Al poco
tiempo cesó la lluvia, quedando el fraile ileso y seco de ropas porque
el follaje del árbol lo había protegido. Minutos más tarde pasó la
corriente y el caminante pudo seguir su marcha, no sin antes bendecir el
árbol, profetizando que se conservaría fresco y lozano.
Esta leyenda
del árbol bendito es recordada por los habitantes de mayor edad de la
colonia, no poniéndose de acuerdo en la actual ubicación del susodicho.
Unos afirman que se encuentra en el interior de una casa particular,
otros que se encuentra en la parte de atrás de la iglesia de San Miguel
Arcángel y unos más aseguran que se encuentra abandonado en la calle de
Vicente Eguia.
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